Por el ladrido de un perro y la misericordia del Todopoderoso, se salvaron de morir aplastados por un enorme árbol de caucho que cayó encima del techado de uno de los cuartos de la vivienda de María Rangel y sus pequeños hijos.
La afectada contó la pesadilla que vivieron. Eran las dos de la madrugada, el perro ladraba desaforadamente, su papá la llamó para avisarle; en ese momento, las ramas caían encima de la recámara en la que dormía junto a sus hijos.
Sorprendida por lo sucedido, recuerda que el ladrido del perro y su padre la pusieron en alerta. Uno de sus hermanos y otro pariente la ayudaron a sacar primero a los niños; luego, "mi esposo y yo subimos por el sillón para salir por la ventana".
Recuerda que hace un año, preocupados por el enorme árbol, se presentaron a la Autoridad Nacional del Ambiente (ANAM) y el personal técnico de la institución realizó la inspección, confirmando que las raíces estaban podridas.
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