Unas bolas de alcanfor en las estanterías de su biblioteca, mantendrán sus libros a salvo de insectos.

Si odia el olor a alcanfor, reemplácelo por clavo de olor. Su aroma es vigorizante y fresco y su efecto es casi tan activo como el de la naftalina. Bastará con que ponga los clavos en una bolsita del armario.

Las bolas de alcanfor dejan a veces huellas amarillas si las pone directamente sobre las prendas de tela. Para evitarlo, debe introducirlas en las fundas de plásticos en que suelen venderse los cepillos de dientes, practicando unos orificios en ambos extremos.

Una media vieja puede servirle para echar en ella unas bolas de alcanfor y colgarla de la varilla del guardarropa.