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  lunes 21 de junio de 2004 enviar por email versión para imprimir
  OPINION
HISTORIAS
Artes y Oficios

Redacción | DIAaDIA

Tengo un tío que fue profesor en el Melchor Lasso De La Vega por más de veinte años, y de ahí se jubiló dejando a un lado las descargas eléctricas y las cajas de fusibles. Hoy es un beodo feliz, que ve las tardes teñirse de azul, mientras él se pinta de colores en una de las cantinas sabrosas de Santa Ana. Un cuñado querido se formó en sus aulas para aprender los trucos de la refrigeración, y hoy tiene su propia empresa que le da de comer a él, a su esposa pequeñita y sandunguera, y a sus tres hijos. Un fulo a quien quiero mucho, lo mismo que a su mujer la maestra, se formó como hojalatero en este instituto vocacional, pero nunca encendió un mechero para ganarse la vida, sino que decidió mejor abrirse camino por las ciencias de la salud. Otro gran amigo del alma hizo cuadritos su vida en medio de circuitos, alambres y trastos viejos, que al final no le sirvieron de mucho, porque se ordenó cura.

Esas y otras, igual de afables, son las referencias que tengo del Artes y Oficios, blasón que muchos pobres levantaron para abrirse camino en la vida y evitar que las malas circunstancias les rajaran la cabeza. Por esa razón, me duele ver en lo que se ha convertido.

El actual rector del plantel Abel Zeballos, a quien aprecio por razones que él no recuerda, casi estalla de furia la semana pasada por un titular que usamos ("Nido de maleantes") para señalar al plantel. Con justificación, dijo que todos en el periódico íbamos a parar al Infierno. Estaba dolido. Advirtió que habíamos incluido a toda la familia artesana en una misma categoría infame, por los pecados cometidos por uno que otro de sus miembros.

Tal vez esté en lo correcto Zeballos y el Arte no sea un nido de maleantes y, más bien, sólo algunos de sus habitantes sean quienes se dedican a la violencia y al dolo. Aún así, me pareció obsceno que los padres de familia salieran diciendo con cara de palo, que no van a pagar ninguno de los daños a particulares que ocasionaron los muchachos en la reciente reyerta callejera, porque las víctimas no habían podido identificar con pelos y señales a los agresores. ¡Válgame Dios!

Con esa actitud de los padres y con la de Zeballos diciendo que ni él ni nadie se hace responsable por lo que hagan los artesanos de camino a su casa, lo que se demuestra es que esta institución ha dejado de ser un refugio del saber, y se ha convertido en una de las calderas de Pedro Bote ro.

 

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