El mayor anhelo de una pareja es traer hijos sanos al mundo, pero cuando esto no pasa, la fortaleza y el amor de familia crece más.
Éste es el caso de los esposos Antonio Bacorizo y Edilia Tecucama, dos indígenas de la etnia wounaan que dejaron su natal Metetí en Darién para trasladarse a la capital por necesidad y tienen cuatro hijas con parálisis cerebral que están desnutridas.
De sus siete vástagos, las pequeñas Yitzel, de 5 años; Orisela, de 1 año, y las gemelas Iveth Naomi y Naomi Iveth requieren de cuidados especiales.
Pero la limitación económica se los impide, hoy viven en una barraca compartida en el popular barrio de Curundú, en un estrecho cuartito que lo único que tiene es una cama doble donde duermen las pequeñas y ahora su esposa, que recién la operaron para no tener más hijos. Cuando fueron visitados, Edilia se recuperaba en el hospital.
El incesante calor y la humedad del lugar las mantienen desesperadas, no paran de llorar; además, no cuentan con lugares apropiados ni para descansar.
TRISTEZA
Antonio no contuvo las lágrimas al recordar los páramos que pasan, máxime cuando no tienen apoyo del resto de la familia sólo de Jesús Antonio y Yetsibel, de 13 años, a quienes las pequeñitas adoran y hasta los celan.
Explicó que se sustentan con 200 dólares mensuales, ya que tiene 18 años como trabajador manual en la Regional de Salud de Darién. Esto les facilita un poco las cosas porque los infantes están asegurados, menos Yitzel, que nació en la casa y ha tenido dificultades para reconocerla.
Por su parte, Ignacio Chori, coordinador de Asuntos Indígenas de Curundú, explicó que hay 20 niños con parálisis cerebral.
En el lugar la población indígena es de 3, 100, entre emberá y wounaan y el 30% sólo llegó hasta tercer grado.
PRIORIDAD
Necesitan pañales desechables, leches, camas y espacios adecuados para vivir.
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