SECCIONES
DE INTERES
  IMPACTO
Google
 

De pesca en la lancha de la tragedia
Tirar las redes tiene su técnica. A pesar de ser muy jóvenes, Aris y Amado saben hacer el trabajo. (Foto: : HERMES GONZÁLEZ)

Milagros Murillo F. | DIAaDIA

Ni para el gasto. A simple vista, la señora Evidelia Rivera se veía tranquila, pero su mirada reflejaba la tristeza de ver que la panga que hace casi ocho meses compró para sus hijos, esta vez zarparía de Playa Leona, en La Chorrera, sin ellos.

No eran las 7: 00 a.m. cuando ya se veía el “movimiento” en la playa que vio crecer a los hermanos Rigoberto y Dagoberto Pérez, de 18 y 16 años, respectivamente, quienes fueron asesinados por policías en un confuso incidente el pasado 19 de mayo, cuando regresaban de pescar junto a tres de sus primos.

Hombres quemados por el sol acomodaban los trasmallos para aprovechar la marea y empezar la faena. Asimismo, estaban Amado Castillo, de 21 años, primo de las víctimas, y Aris Pérez, de 14, el hermano.

Ese jueves 25 de junio no era un día cualquiera, pues sería el primer viaje de la panga “Niña Evi”, luego de la tragedia. Por eso, DIAaDIA quiso compartir con los familiares este momento y, sobre todo, conocer parte de lo que se vive en altamar en un día de pesca.

Fueron siete los orificios de bala que se le tuvieron que tapar a la nave, incluyendo el motor, que en el viaje, en más de cinco ocasiones, se paró. Pero esto no era impedimento, pues había que hacer el trabajo.

Esta vez el capitán de la travesía fue Aris, quien a su corta edad conoce muy bien sobre la pesca gracias a su padre y sus ahora difuntos hermanos. Este jovencito de pocas palabras esbozaba sonrisas inocentes cada vez que se presentaba un inconveniente y con mucha técnica lograba retomar la marcha.

La primera parada se hizo en la isla conocida como La Huaca. Allí fueron sacados los tres trasmallos para unirlos y luego echarlos al mar. A los pocos minutos estábamos en San Juanito, donde fueron arrojados los trasmallos y sólo quedaba esperar. Mientras tanto, se aprovechó para tomar algo de desayuno, pero un inconveniente se presentó: los quesos y el jamón que acompañarían el pan fueron olvidados en tierra. Fue entonces que a Aris se le ocurrió una idea: “vamos a la bacha, ellos nos cambian pescados por comida”.

Ya era tiempo para recoger los trasmallos. Con esfuerzo y poco a poco, ambos empezaron a jalar las redes. Las ansias se hacían cada vez más grandes, pero los pescados y los langostinos no llegaban. Sólo lograron conseguir unos cuantos.

El día apenas empezaba y no había motivos para desanimarse. Retomamos la marcha, ahora en dirección a la bacha que extraía arena. Con una “sierra” en una mano, Amado le avisó a los trabajadores nuestras intenciones. Sigilosamente nos acercamos al enorme barco de donde se asomaron varios hombres que preguntaron resecamente qué queríamos. “Sólo tenemos jamón y mortadela”, dijo uno de ellos, que luego volvió y arrojó un cartucho. “Quédense con sus pescados”, afirmó con voz fuerte. Los cuatro ocupantes de Niña Evi nos miramos sorprendidos por tal comportamiento y nos marchamos.

“TOMA DOS”
Probamos suerte por segunda vez. Otra vez los pescadores tiraron las redes al mar, pero un aguacero cayó de repente. Rápidamente, nos colocamos los capotes y protegimos el equipo fotográfico. Para Aris, un saco de henequén sirvió de paraguas y Amado hizo espacio en la cocina de la embarcación donde se metió hasta que pasara la lluvia.

Por fortuna, el clima mejoró y nos fue mejor en la pesca. Aris tomó rumbo hacia isla Verde donde había una considerable cantidad de personas, incluso niños, recogiendo ostiones. Cerca estaban los camaroneros y hasta hombres del área de Juan Díaz probando suerte en la pesca.

El motor seguía dando trabajo, por lo que anclamos en el lugar y empezamos a cocinar. Un arroz con pescado frito, frijoles de lata y soda fue el almuerzo que se preparó aprovechando la sombra bajo los árboles.

Luego de la comida y algo agotados por el viaje, tomamos un descanso, pero había que seguir. El resplandor del sol pegó con más fuerza. Se probó la tercera y última suerte tirando las redes. La situación no cambió mucho, pero no fuimos los únicos, pues pescadores de otras pangas coincidieron con que “no había nada bueno”.

OTRA OPCION
Ya entrada la tarde, al menos el equipo de DIAaDIA estaba rendido, por lo que decidimos volver a La Huaca, donde se recogieron y guardaron los trasmallos. Y como no todo podía ser trabajo aprovechamos y nos dimos un refrescante chapuzón, que sólo duró varios minutos, porque ahora empezaba otra experiencia: recoger almejas.

Volvimos a embarcarnos y anclamos esta vez en la isla de San Juanito, donde peleando con los “piojos de mar”, (¡pican duro!), y aprovechando que la marea estaba subiendo nuevamente, recogimos algunas almejas.

Ya caía el atardecer y teníamos que volver a casa. Los niños y niñas se bañaban felices en la playa y saludaban cada panga que llegaba. A lo lejos se veía a doña Teresa, abuela de los hermanos Pérez, quien también estaba afligida por el acontecimiento que, a pesar de que hace más de un mes ocurrió, no se borra de la mente de los moradores de Playa Leona.

Volvimos exhaustos, con unas cuantas libras de pescados, por lo menos para la cena. Con la esperanza de volver y correr con mejor suerte. Y es que, así es la vida de los pescadores, unas veces logran una buena pesca y otras no sacan ni para pagar el gasto del viaje.





 
ADEMAS EN ESTA SECCION...
“Carrera” fatal
Quedó llantas pa’ arriba
Abre la cinta costera
Ajusticiado en la 24


OTRAS NOTAS

Está malito

Prófugo


El viento sopló y sopló


Otro vuelco en el Centenario

 
ciudad de panamá 
copyright © 1995-2008 DIAaDIA ONLINE, todos los derechos reservados