Triste cuadro. Después de subir una empinada escalera, a eso de la 1: 30 de la tarde, llegamos a la casa de Rosa Miller. Al acercarnos a la puerta principal, sólo se podía sentir un desagradable olor a orine.
Cuando entramos, nos percatamos de que el esposo de Rosa, quien es ciego, estaba todo orinado y con el pantalón embarrado de heces. Hasta esa hora, sólo una taza de café había caído en sus estómagos.
Al entrar Rosa nos contó que su hijo y una amiga le limpian la casa, pues hace meses sufrió una caída limpiando la vivienda, que la dejó postrada en una silla de ruedas.
SITUACION
Lo peor del asunto es que viven en La Turín, en Samaria, una loma de donde sólo pueden salir cargados. El único hijo que tienen no trabaja, por lo que está dispuesta a que se los lleven a los dos a un asilo.
Lo que más le preocupa a Rosa Miller, de 71 años, es la situación de su esposo Frank Miller, que tiene 73, quien aparentemente ha perdido el sentido de orientación y, según ella, se está volviendo loco, porque a veces le quiere pegar. Sucede que hay que atenderlo como a un bebé, pues si se llega a salir de la cama, no sabe regresar. También hay que bañarlo, vestirlo y, cuando se ensucia, limpiarlo. En la condición en que ella ha quedado, no puede hacerlo.
Además de atención médica para los dos, ella necesita una nueva silla de ruedas, la que tiene no es segura; pañales desechables, alimentos y alguien que los atienda.
AYUDA
Rosa recibe ayuda de una salvadoreña que todos los días la visita, le hace café y algo para desayunar, le lleva medicina para el dolor y le da masajes.
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