En medio de sus carencias le sacan provecho a lo poco que tienen. Quince niños, de seis a 12 años, asisten todos los días, con mucho ánimo, a sus labores escolares en la pequeña escuela multigrado en El Jobo de Chame.
Las condiciones de la calle para llegar al centro escolar no son buenas, pero eso no es obstáculo para que los estudiantes cumplan con sus metas de superación.
Eran las 8:00 a.m., y al arribar al centro de enseñanza, tres alumnos nos esperaban en la entrada. Ellos eran Lidia, Sergio y Josephen, quienes nos recibieron con "buenos días, bienvenidos a la escuela de El Jobo" y nos orientaron hacia el salón de clases.
Al entrar al aula nos percatamos de que trabajaban en grupo. Inmediatamente dejaron de hacer sus quehaceres y prestaron atención.
Sentada en su pupitre estaba la maestra Clara Martínez, quien tiene 10 años de laborar en ese centro escolar multigrado. Ella labora con alumnos de kinder hasta sexto grado.
"No es fácil porque se trabaja con varios grados. Lo primero que hago es planificarme, porque la enseñanza se hace en grupo, y dependiendo del nivel en que estén, les pongo las tareas", aseguró.
En el pequeño salón, los estudiantes se agrupan y dan clases esenciales como Matemáticas, Español, Ciencias Sociales y Ciencias Naturales. En tanto, a materias como Educación Física, Expresiones Artísticas y otras se les dedica menos tiempo.
La decoración del aula está compuesta por carteles que tienen información de tablas de multiplicar, el uso de las comas, frases de cortesía, estrofas de poesías, entre otras.
Clara aseguró que tiene dos estudiantes en kinder, uno en primer grado, cinco en segundo, un en tercero, cinco en cuarto y tres en sexto. Todos en el mismo salón.
Sin desconcentrarse en su tarea, Sergio Núñez, quien está en segundo grado, dijo que estar con estudiantes de otros grados no es un obstáculo para aprender. No dejaba de escribir en su cuaderno, mientras que los demás copiaban del tablero la clase de Inglés.
Martínez enfatizó que algunos de sus alumnos no llevan los útiles que les solicita, pero gracias a una caja menuda compran los materiales.
Ella recuerda que hace 10 años, cuando llegó a la escuela, la cerca del lugar era de palitos de monte y los alambres estaban oxidados. La infraestructura no estaba bien, pero las cosas han cambiado.
Clara se traslada todos los días de la comunidad de San Carlos para impartir clases desde las 7:00 a.m. hasta las 12:00 p.m. y recordó que hubo un tiempo en que entraban a las 8:00 a.m. y salían a la 1:00 p.m., pero debido a los aguaceros regresaron al horario normal. Expresó que esta escuela ha dado a varios ciudadanos que enaltecen al país.
EJEMPLO DE SUPERACION
Un vivo ejemplo de los frutos que da esta escuela es Paulino Rodríguez, de 19 años, quien hizo toda su primaria en la escuela de El Jobo. Ahora él ofrece un apoyo enseñándoles Inglés a los estudiantes una vez a la semana.
Rodríguez comentó que al igual que los niños que ahora están ahí, él también estudió en grupo con sus compañeros. "La mayoría de nosotros somos de familias de escasos recursos y la única forma de obtener las cosas es por medio del estudio", aseguró.
Siempre trabajábamos en grupo y nos organizábamos para hacer las tareas.
Rodríguez siguió sus estudios en el colegio Harmodio Arias en Chame, en donde se graduó de Bachiller en Contabilidad y va a la universidad en La Chorrera.
"Le brindo el apoyo a los estudiantes, porque cuando estuve, la verdad no sabía nada de Inglés y ahora trato de ayudarlos como una labor social. Es un problema adaptarnos al idioma y es mejor enseñarles una vez a la semana", dijo.
FALTA DE TODO UN POCO
La escuela de El Jobo enfrenta, al igual que otros planteles, el problema de la falta de agua potable.
La maestra afirmó que las pocas veces que llega el líquido es por la presión y nuevamente vuelve a escasear.
En el comedor se observaron tanques con agua para que los estudiantes beban durante la jornada. Además que la utilizan para cocinar los alimentos en el comedor.
Pero otra de las penurias que pasan los estudiantes que van a la escuela de El Jobo es que la calle es de tierra. Al entrar al sector, solo el inicio de la calle es de asfalto, luego de varios metros es de de tierra nuevamente.
Los estudiantes optan por ir en chancletas para no ensuciarse los zapatos.
Al llegar a la escuela nos percatamos de que una madre de familia se encarga de cocinar los alimentos que almuerzan los estudiantes. Ahí hay dos mesas con sillas para que los estudiantes coman antes de retirarse a sus casas.
En un pequeño cuarto está ubicada una letrina para todos los estudiantes.
LA CLASE MAS ESPERADA
Una vez que se inició la hora de la clase de Informática, los estudiantes se alegraron. Empezaron a cargar las sillas del salón para el de Informática que está al lado. La alegría se desbordaba y de inmediato cada uno puso la silla en el lugar asignado por la docente.
Desde el más pequeño hasta el más adulto encendía su computadora y empezaban a utilizar uno de los programas. Unos más diestros enseñaban a los otros. El Salón de Informática no posee sillas, pero eso no es impedimento para que los estudiantes estén a la orden del día en tecnología.
Al despedirnos de los niños se mostraron felices y siguieron utilizando sus computadoras. Ellos expresaron que irán a la secundaria para seguir estudiando, luego trabajar y ayudar a sus padres.
Datos proporcionados por el Ministerio de Educación revelaron que existen 2,194 escuelas primarias multigrado en Panamá y 209 premedia. La mayoría están en áreas de difícil acceso.
Estos 15 niños, de diferentes grados, en medio de las carencias siguen esforzándose.
HISTORIA:
La escuela se fundó en 1964 y al principio era un rancho. La mayoría de las personas que viven en ese sector asisten al centro educativo. Hoy trabajan en distintas empresas.
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