La hora de dormir a los niños puede convertirse en toda una aventura, tanto para los padres como para los pequeños, aunque muchas veces puede ser un verdadero desastre. Llantos, risas, desorden o cualquier actitud equivocada del niño, puede controlarse.
A continuación, le daremos recomendaciones.
Desde que el niño es pequeño, hay que establecer una rutina a la hora de acostarse. Primero el baño, seguido de la cena y un periodo de intercambio afectivo y juego sereno que hagan que el niño se sienta querido.
Lo que no se debe hacer: cantarle, mecerlo en la cuna o en los brazos, darle la mano, pasearlo en cochecito, tocarlo o dejar que toque los cabellos del padre o la madre.
Una vez acostado, hay que despedirse del niño brevemente y con absoluta normalidad. Para ello, se puede recurrir a un beso o a una caricia y a palabras claves como: "A dormir", "Dulces sueños".
La actitud de los padres debe transmitir, ante todo, seguridad. El niño debe percibir, como lo más natural del mundo, permanecer solo en su cuna o cama.
Es conveniente que el niño esté rodeado de aquellos objetos que sean de su agrado y le sirvan de vínculo para dormirse nuevamente si tiene despertares prolongados.
Si el niño comienza a quejarse, no hay que acudir a su lado. Hay que darle tiempo para que recobre el sueño. Si no es así, debe comprobar que no le sucede nada y reiniciar el ciclo del sueño de nuevo.
¿Y si siempre quiere dormir en la cama de sus padres? Es mejor que el niño duerma en su cama, pero esto no excluye que el hecho de dormir con mamá y papá pueda constituir una agradable "variante" del sueño, sin que se transforme en una costumbre u objeto de sus caprichos.
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