Hace unos días escuché a una estudiante decir que había entrado a la carrera de periodismo para salir en televisión.
No es bonita, su voz es chillona y no tiene estilo. ¡Pobrecita!, pensé. Era una más de las miles de muchachas que creen que ejercer el periodismo es puro glamour.
¡Qué equivocadas están!
Si no lo creen, basta con que le pregunten a periodistas que han expuesto sus vidas en las guerras y ejercido la profesión en países donde no hay ni libertad de expresión ni las garantías necesarias para trabajar en condiciones seguras.
Afortunadamente, en Panamá hoy gozamos de democracia representativa y participativa, por lo que ejercer la profesión es un derecho, un deber y un compromiso serio. Algunas veces es hasta divertido.
Recuerdo un día en que fui a Darién con un compañero de trabajo que hizo de fotógrafo y de infografista. Era tarde en la noche, la oscuridad reinaba y caía un fuerte aguacero.
Nosotros estábamos hospedados en una casa de tablas y mi compañero se levantó para tapar las rendijas por donde se metía el agua. Cuando encendió su linterna, sólo atinó a pegar un grito y... ¡zas!, saltó por encima de mí. Casi me aplasta.
¿Qué pasa?, le pregunté turulata y, además, asustada. No veía nada y no me atrevía ni a moverme, pues no sabía lo que estaba ocurriendo.
¡A que no adivinan! Mi compañero había visto varias cucarachas de monte (inmensas) trepando por las paredes y en el suelo. Estábamos rodeados.
Cuando me di cuenta del porqué había hecho semejante alboroto, yo sólo atiné a reír a carcajadas y no podía parar. Reía bajito para no despertar a los dueños de la casa, que estaban ahí mismo, aunque ellos se dieron cuenta de todo y optaron por callar y reír bajito, como yo.
Al día siguiente viajamos seis horas más, río arriba, para internarnos en la selva por las trochas donde caminan los desplazados. ¿Glamour? ¡Ni un poquito!
Por eso, quien desee estudiar periodismo, que lo haga porque le gusta, no porque quiere ser rico y famoso.
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