¿Se han dado cuenta, amigos, que cuando más deprimidos nos sentimos, Dios nos manda señales para que tomemos decisiones que nos parece imposible tomar?
Muchas veces ignoramos esas señales porque tenemos miedo a los cambios, a dar saltos al vacío, a adoptar posiciones que puedan perjudicarnos o perjudicar a otros, al qué dirán, a ser rechazados o a no dar la talla ante un nuevo reto.
Hay una historia que circula por internet, aunque algunos la cuentan a manera de chiste, pero ilustra muy bien lo que quiero decir.
Era un hombre, cuya casa había quedado debajo del agua tras una terrible inundación. Él se subió al techo con la fe ciega de que Dios lo salvaría.
De repente, alguien le tiró una soga para halarlo , y él dijo que no la tomaría porque Dios vendría a salvarlo.
Después, pasó una lancha con miembros de un equipo de salvamento. El hombre no quiso bajar del techo y subirse a la lancha porque Dios vendría por él a salvarlo.
Mientras tanto, el agua seguía subiendo y no paraba de llover.
Por último, un helicóptero de rescate le tiró una cuerda para subirlo a bordo. Otra vez rechazó la ayuda porque Dios vendría a salvarlo.
El agua arrastró su casa y él falleció ahogado. Cuando llegó al cielo, le preguntó a Dios por qué no lo había salvado, y Dios le contestó: Oye, ¡te mandé una soga, una lancha y un helicóptero! ¿Qué más querías?
Él, simplemente, no quiso ver las señales.
Eso nos pasa a todos. Cuando tenemos problemas, no vemos en ellos la oportunidad de hacer cambios en nuestras vidas, sino que los vemos como una crisis de la que no podemos salir.
Nos concentramos en eso y, mientras tanto, las oportunidades llegan, no las vemos y otros las aprovechan.
Aprendamos a ver en cada situación difícil una luz que nos indique el camino a seguir, porque Dios siempre lo ilumina, pero está en nosotros el poder ver esa luz.
|