Un clásico que maneja muchas emociones y colapsan en una tragedia que involucra a todos los personajes. El clásico "Bodas de Sangre", de Federico García Lorca, está en cartelera en el teatro La Quadra hasta el 21 de noviembre.
Los actores nacionales le dieron una introducción que, de una manera jocosa, nos advierte que no hay final feliz. "El público prefiere las historias de desamor, que las de amor", le recuerda una de las actrices a uno de sus colegas.
El elenco, muy heterogéneo, sabe captar al público por sus capacidades interpretativas de forma individual, vistiendo cada uno los diferentes personajes de su género. Las actrices más veteranas interpretan a los personajes complejos de la Madre y la Criada.
Las más jóvenes interpretan el personaje indeciso de la Novia y la Mujer de Leonardo, turnándose los personajes con una destreza para no dar cabida a la distracción. Quien no seguía al personaje perdía el hilo. Los actores prestaban su cuerpo para crear a los diferentes personajes de la trama y no para destacarse en un solo rol. Todos eran buenos en su interpretación.
Está presente el dilema de la Novia que no quiere a su Prometido y a la vez se deja querer por él, para volver con un amor que vuelve del pasado ajeno y complejo, que hace de la historia lorcana una maraña difícil de desenredar.
La violencia es una nota constante en cada advertencia de la Madre, que hace reflexionar sobre cómo, cuando se habla mucho sobre el temor, éste llega inminentemente a su vida.
El Teatro La Quadra crea varios escenarios en el momento donde los actores son "utility", donde mueven la utilería y arman la escena, mientras los actores se visten para crear el personaje.
Cuando la prófuga pareja desaparece después del matrimonio, se hace un receso para dar a continuación con los últimos actos. Con diálogos llenos de panameñismos, el público, que es partícipe, reacciona con carcajadas.
Con preguntas directas hacia los asistentes, se postergaba el infortunado desenlace.
Lorca subraya un final lleno de aprendizaje, donde lo malo no puede evitarse y la solución es mirar hacia adelante, sin hacer de los hechos un motivo de revancha, por la que no vale la pena derramar más sangre.
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