Estos últimos ya pasaron también los exámenes en las universidades. Son los que se aprestan a subir un peldaño más en la larga escalera hacia la cima del éxito, de su realización personal y profesional.

Lo mismo pasa con los que se gradúan de primer ciclo. El diploma que ellos recibirán es, quizás, tan importante como el de los que terminan la educación media.

Se preguntarán por qué. Bueno, como ya no hay graduaciones de sexto grado, para ellos ese es su primer diploma; es la muestra tangible, palpable de su primer logro como estudiantes. Tener ese certificado en sus manos es tanto como decir: comienzo otra etapa, subo un peldaño, no me quedé atrás, voy hacia arriba, ya estoy más cerca. Ahí radica su importancia.

Aquellos que tienen que hacer reválidas, solo me resta decirles que no es el fin del mundo, que está permitido caerse, pero levantarse es imprescindible. La única manera de lograrlo es siempre teniendo presente que no se saborea el éxito sin haber experimentado el fracaso.

Esa caída es únicamente la manera en que la vida toca el hombro de un individuo para que aprenda a convertir los fracasos en oportunidades de aprendizaje. Cuando todo llega fácil, el espíritu no tiene por qué fortalecerse. Cuando se tienen que saltar escollos, lo único que nos hace tener la energía necesaria para ese fin, es un espíritu que se fortalece con cada esfuerzo. Y mientras más nos cuesta alcanzar la metas, más las valoramos. ¡Ánimo! Levántense, estudien y demuéstrense que su espíritu solo tiene como límite el cielo.