No había peor oficio en el pueblo que ser "el portero del prostíbulo". Un día, el administrador de uno de estos sitios, hizo una reestructuración y decidió que el "portero del prostíbulo" debería anotar los comentarios de los clientes. Este joven se quedó sin trabajo, pues no sabía ni leer ni escribir. Sintió que el mundo se le venía encima.
Aquel hombre tuvo que emprender nuevos caminos. Teniendo un caballo decidió que con el dinero de la indemnización que le dieron empezaría a comprar herramientas para reparar sillas y mesas. En aquel pueblo no había ferreterías.
Cierto día un vecino le pidió prestado un martillo, otro una caja de herramientas, por lo que pensó que comprar herramientas para vender le resultaría un buen negocio. Y así fue. Luego se asoció con su mejor amigo que era tornero y estableció un almacén, y fue creciendo. En diez años este joven se convirtió en millonario. Por su buena voluntad y las ganancias recibidas construyó una escuela la primera escuela para el pueblo.
El día de la inauguración del plantel, le pidieron que firmara el libro de actas, a lo que el caballero respondió: "Yo soy iletrado, si hubiera sabido leer o escribir hubiera sido el portero del prostíbulo". Esto causó asombro.
Señores: Todo cambio pasa para nuestro bien, y lo que consideramos una desgracia hoy, puede ser la gran oportunidad que transformará nuestra vida para siempre.
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