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ENTRE NOS
Dolor asesino

Elizabeth Muñoz de Lao | DIAaDIA

"Sólo recuerdo el cuchillo y después la sangre. Sus palabras me golpeaban. Tengo ocho meses de embarazo de tu marido, me decía. Yo no podía creerlo. Estaba ciega de rabia. Esa mujer quería destruir mi hogar. De pronto recordé que llevaba un cuchillo en la cartera... y lo usé".

Fueron 30 puñaladas las que aquella mujer herida en su orgullo, decepcionada de aquel que le juraba amor, y terriblemente dolida por la tristeza que sentirían sus hijas de 12 y 14 años al enterarse de que su padre no era el hombre modelo que creían que era, le propinó a la amante de su esposo.

Cuando se dio cuenta de lo que hacía, estaba ensangrentada y se había convertido en un tris, en homicida - infanticida, pues masacró a la mujer que se le riera en la cara y al hijo que llevaba en las entrañas.

Ella no quiso hacerlo, según me dijo cuando me tocó escribir un reportaje sobre el porqué las mujeres matan. Su compadre le había dado la infausta noticia: "tenga cuidado, comadre, que mi compadre está encapricha'o con una mujer por ahí". Estas palabras fueron suficientes para que esta madre modelo investigara de quién se trataba.

Hasta ese día, su esposo había sido un hombre ejemplar. Era cariñoso y atento con ella, y un buen padre para sus hijas adolescentes.

El que busca, encuentra, y eso fue lo que hizo la mujer. Supo dónde vivía la susodicha, y sin pensarlo dos veces, se encaminó en esa dirección. Antes de salir, tomó un cuchillo para "asustarla", por si acaso.

Al llegar, su rival le abrió la puerta de la cocina. Su sorpresa fue mayúscula al ver al abultado vientre cubierto con una bata de maternidad. No se esperaba esto y mucho menos, que aquella mujer ni siquiera mostrara visos de vergüenza o arrepentimiento. Todo lo contrario. Se mofó de la esposa tonta, que no había sido capaz de darse cuenta de las andanzas de su marido, pese a que tenían varios años de idilio.

Fue en ese momento cuando recordó el cuchillo en la cartera. Las carcajadas retumbaban en sus oídos y de ahí en adelante, sus manos obedecieron a un cerebro loco que le indicaba atacar... atacar... atacar.

Los vecinos llamaron a la policía, pero cuando ésta llegó la escena era dantesca y no había nada que hacer, más que aprehender a una mujer herida en el alma, cuyo cerebro se volvió loco en un abrir y cerrar de ojos, pero con tiempo suficiente para destruir las vidas de una mujer enamorada de un marido ajeno, de un hijo que aún no nacía, de dos hijas en plena adolescencia, de un hombre que nadaba en dos aguas, y de una mujer que de víctima, se convirtió en victimaria. Doroso, pero cierto.





   
 
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