Si se priva a un niño o un joven del juego, se le está mermando las posibilidades de beneficiarse de las enseñanzas que implica, pero además se le limita una tendencia natural y básica, lo que trae efectos perniciosos en su estado emocional y su vida social.
La contrapartida sería el permitir que la actividad lúdica se prolongue demasiado en perjuicio de las académicas y otras, con lo que se retrasa la maduración y la adquisición de las responsabilidades.
|