Cierto día, un guardia se encaminaba hacia las montañas buscando una piedra preciosa para agradar a su Rey, y teniendo suerte encontró una que complació al Rey.
Este guardia siempre tenía problemas en su vida, pero lograba resolverlos, ya había aprendido de la gran sabiduría de su Rey. Un día, después de haber caminado largo rato, decidió darse un descanso y echándose sobre el pasto empezó a roncar. En eso, un guerrero herido y sangrando se acercó a él, se sentía abatido, venía de un largo viaje y se encontraba cansado y perdido. El guerrero despertó al guardia y le dijo: -por favor auxíliame- entonces el guardia enseguida llevó al guerrero al castillo y pidió para él un refugio y el Rey se lo concedió. No pasado mucho tiempo, el guerrero se presentó ante el Rey y el guardia, y éste último notó un gran cambio en el rostro ¡no parecía el mismo! Entonces el guardia, al oír hablar al guerrero, se dio cuenta de que era una persona con gran sabiduría y nobleza. El Rey, al notar su sorpresa, sentenció: La confianza no se gana solo por las palabras, sino por los hechos.
¿Pero cómo es que un hombre fuerte y lleno de sabiduría puede parecer de pronto tan débil? Entonces el guerrero exclamó:
Aquel hombre que se deja instruir por la sabiduría fortalece su alma, y no será encontrada en él debilidad alguna, porque en su corazón encontrará la fuerza necesaria. Entonces, el guardia aprendió que la fortaleza no se encuentra en el exterior, sino en el interior de la persona, a través del alma y del corazón fortalecidos por el amor y la generosidad es que los seres humanos pueden salir adelante.