La mortal tuberculosis que padece y su adicción a las drogas, consumen la vida de Antonio, quien además de un trabajo digno, tenía una familia estable con tres hijos sanos. De tenerlo todo, Antonio ha quedado solo y sin nada más que el viejo y sucio colchón donde duerme a la intemperie, a un costado de la Barraca 10. Cuando llegó, aún podía valerse por sí mismo, y de vez en cuando mataba uno que otro camarón, haciéndole mandados a los vecinos, pero su condición de enfermo y adicto, le han quitado hasta las ganas de vivir.

Ahora no puede moverse y el apetito simplemente desapareció, al igual que su esperanza. Cuando el sol pega fuerte en su colchón, tiene que pedir la ayuda de algún amable vecino para que lo mueva y lo ponga en la sombra; sin embargo, no siempre hay una mano amiga que lo ayude.

Por desinterés o quizás por temor, muchos no se le quieren acercar, pero quienes han conocido su historia y lo han ayudado, aseguran que Antonio simplemente no tiene fuerzas ya para vivir, por lo que necesita ayuda.

SOLO
La esposa de Antonio murió hace dos años de cáncer, y sus hijos no aparecen. Antonio sólo quiere un lugar para estar tranquilo.