Algo positivo en medio de la tragedia. El haitiano Duckins Jacques lleva cinco años estudiando en Panamá, pero su vida le cambió drásticamente, con el terremoto de 7.3 grados, que sacudió el pasado martes su país.
Al ver las terribles imágenes que presentaban no más que ruinas y muertos, el corazón de este joven, de 25 años, se llenó de una gran tristeza, pues no sabía si su madre Marie Amorce y su hermana Tatiana, de 15 años, habían sido una de las tantas víctimas que dejó el sismo.
Con la esperanza de encontrar a los suyos con vida, se sumó al grupo de rescatistas panameños, que viajaron a su país para colaborar como intérprete y ayudar en las labores de rescate.
Por fortuna, la corazonada de que su familia estaba con vida se hizo realidad el pasado sábado cuando los panameños realizaban un rescate en la escuela Lycee Pierre Daniel Fignole, un amigo le avisó que su mamá y su hermanita estaban bien.
El alma le volvió al cuerpo a Duckins, quien dejó lo que estaba haciendo y fue al encuentro de su progenitora y hermana, a quienes no paró de abrazar y besar, porque a pesar del devastador terremoto, Dios le regaló la posibilidad de volver a verlas. Sin embargo, la felicidad de éste joven haitiano no es plena, porque la casa donde vivió por muchos años quedó reducida a escombros.
QUIERE REGRESAR A PANAMA
Desde ese día, el trío de haitianos forma parte del campamento de los panameños, allí duermen y comen como uno más del grupo.
Y es que, el don de gente de Duckins lo ha llevado a ganarse la confianza y el cariño de los rescatistas y periodistas de la delegación panameña al punto que ya le han puesto sobrenombres como: "chiricano" y "santeño".
El joven, quien es el presidente de la Asociación de Estudiantes Haitianos en Panamá, culminó sus estudios de Economía en la Universidad de Panamá y está en una maestría en Evaluación y Administración de Proyectos; como su padre falleció cuando era niño, su madre desde Haití le mandaba dinero para sus estudios. Ella es comerciante.
Al quedar su familia en la ruina, Duckins quisiera regresar con ellas a Panamá, pero como no tienen documentos apela a la bondad del Gobierno panameño para que puedan viajar al Istmo y establecerse acá.
LAS PROVISIONES NO LLEGAN
Los días pasan y la crisis empieza a ser mayor, miles de haitianos no tienen agua, comida ni gasolina. Lo peor de todo es que la ayuda internacional no les está llegando y las pocas bodegas que tienen provisiones las venden cinco veces más alto de su valor real, lo que hace imposible que puedan adquirirlos.
Un pequeño recorrido por las calles haitianas deja ver el estado crítico en que está la ciudad, en donde por la magnitud del desastre, pareciera que hubiera caído una bomba atómica. Personas durmiendo en las calles en improvisadas carpas, cocinando lo que encuentren para comer y bañándose en parques es de lo normal.
No obstante, en medio de todo este caos, los panameños todos los días salen a cumplir con su trabajo. Esta vez fueron a la Facultad de Lingüística Aplicada de Haití, ubicada en la calle Dufor en la zona Boisverna, a petición de la ministra Pierre Verne Carol, quien se enteró de que los panameños tenían perros de rescate.
Antes de salir para esta misión, a eso de las 3:40 a.m. el campamento fue sacudido por otra fuerte réplica que hizo que todos saltaran de sus placenteras camas de piso.
Luego del susto, con la ayuda de los rescatistas dominicanos, franceses y panameños se buscaron señales de vida en la universidad colapsada, pero fue en vano. Ni siquiera los perros del Sistema Nacional de Protección Civil (SINAPROC) detectaron rastros de vida de alguna persona que estuviera bajo los escombros.
Lo único que encontraron los rescatistas fueron 22 muertos, por lo que abandonaron la búsqueda. Pero antes de esto, unas personas llegaron en un busito buscando ayuda médica para su papá, lastimosamente el señor, de 65 años, ya había fallecido de un paro cardiaco.
FALTAN TRES PANAMEÑOS
Se conoció que aún hay tres panameños que no han sido ubicados. Ellos son Mario Bregar, Charline de Alfonso y la hija de ésta, quien es menor de edad. Las autoridades siguen tratando de dar con su paradero.
Las 20 mil bolsas de comida que llevaron de Panamá fueron "autorepartidas" ayer, pues cuando se iban a entregar, un capitán se cayó del vehículo y las personas se le avalanzaron y se repartieron la comida. Hubo que hacer tiros al aire.
Las provisiones no están llegando a todos, porque el Gobierno se debe encargar de eso, pero no se sabe ni del Presidente ni de los diputados.
La misión panameña donó sus medicamentos al Centro de Urgencias Traumatológicas (OSATNA).
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