Romper, observar y clasificar. Estos tres verbos, mientras más rápido los apliquen, mayores pueden ser las ganancias o los hallazgos.
En el vertedero de Cerro Patacón, la única satisfacción que hay es encontrar un objeto que pueda servir para reciclar, comer o para arreglar, entre otras cosas, sus casitas hechas de madera o zinc.
NIÑOS PEPENADORES
El sol recio del mediodía y la brisa insolente hace que los olores fétidos arremetan hasta el punto de quedarse impregnados en la ropa y en la piel. Para Toño, un niño de unos diez años, esto no es un impedimento para ayudar a su madre, Margarita, a buscar productos que las compañías alimenticias, por haber expirado su tiempo, consideran que no son aptas para el consumo.
El chico, con un cartucho de algo que parece ser espaguetti, afirmó ir bien en la escuela, aunque sus ojos no revelan lo mismo. Señaló que todo lo que consigue es para su casa, y que además de comida, encuentran otros artículos como ropa y zapatos.
Margarita no está sola en estas exploraciones, es acompañada por una hija de 18 años que tiene dos niños.
Esta función la realizan los miércoles y jueves, por eso viaja desde Mañanitas, sitio donde residen, en un horario de 8:00 a.m. a 4:00 p.m. Lo hacen a escondidas del esposo de Margarita, puesto que él les tiene prohibido buscar productos dañados.
Ambas quieren conseguir empleo, y si es en casa de familia, mejor, por lo que esperan poder encontrarlo para dejar esta vida. La madre de origen penonomeño sabe que no debe llevar al niño, pues está prohibido por las autoridades alcaldicias, pero, explicó que Toñito la sigue y que no le queda más remedio que dejar que el infante la acompañe.
ENTRE LOS ESCOMBROS
Ulpi, de 11 años, también buscaba entre la basura, junto con su hermano Jilmar. Ulpi reside en Kuna - Nega, muy cerca de Cerro Patacón, y recoge pedazos de madera entre la basura, ya que su casa está corroída por las polillas.
Pertenecen a la etnia Kuna y saben que estar en este depósito de basura es peligroso, pero evitan cualquier tipo de confrontaciones, por lo que si alguien reclama un madero, él no pelea por el leño, sino que se lo cede.
Ulpi sueña con ser doctor, y aunque dijo que era la primera vez que entraba a Patacón, un señor que pasó lo saludó efusivamente y comentó que él conocía muy bien el área, ya que es reincidente.
NO LOS DEJARAN ENTRAR
Alvis Morales, director de Aseo del Municipio de Panamá, manifestó que están trabajando en coordinación con MINJUNFA para ver cómo se evita que los niños entren a Cerro Patacón.
Reconoció que aunque esta situación no es responsabilidad de la Alcaldía, se hace todo lo posible para evitar este mal.
Indicó que en un futuro, si se sigue dando esta anomalía, lo correcto es que la Policía de Menores se apersone lo más posible al vertedero, porque en realidad debe ser el ente encargado de evitar este mal.
LUCHA POR SOBREVIVIR
"La vida aquí es dura", sentenció Callender, uno de los mayores sobrevivientes de este depósito de despojos. Callender es un hombre que tiene a su haber estudios de derecho y comunicación, y en un pasado laboró en la Comisión del Canal.
Ahora es uno de los principales conocedores de este mundo, porque también es pepenador.
Afirmó que a la hora de buscar entre la basura se pueden encontrar cosas poco agradables como fetos, producto de abortos, o muy afortunados, como billetes de lotería premiados o prendas de oro.
Determinó que se buscan rubros que van desde aluminio, cobre, papel, cartón, madera, hasta las llantas, por lo que este lugar se convierte en una mina llena de oportunidades, si se toma en cuenta que todos los que caminan por el área son desempleados.
La lucha es del más apto. Aquí las personas hacen lo que pueden, según su capacidad. Callender admitió que hay personas que son ligeras con la mano y rompen bolsas rápidamente y sacan más cantidad de materia.
Sobre el caso de los niños que entran al vertedero, aseguró apesadumbrado que éste es un mal que quisieran eliminar, pero es inevitable, sobre todo en esta época de vacaciones. "Cómo evitar que ellos se cuelen, si ellos saben que el padre o la madre no le está dando lo suficiente, o quién sabe lo que está pasando en ese hogar", sostuvo.
Reconoció que instituciones que trabajan con niños han ido a hablar y han hecho estudios, pero todavía no han visto nada en concreto, por lo que siente que son palabras que se las lleva el viento.
Concluyó que aunque la vida no es fácil, Cerro Patacón es el pan de vida de muchos panameños, y que es preferible ser pepenandor a estar robando en los semáforos de la Tumba Muerto.
MUJERES, NIÑAS Y ADOLESCENTES
No dijeron sus nombres, pero sí sus edades. Este grupo de mujeres adolescentes frisa entre 16 y 18 años. Iban en busca de latas, pero hacen el trabajo de día, ya que llegan a las once de la mañana y se van a las tres de la tarde.
Viven en El Valle de San Francisco y admiten que necesidades básicas como el agua son un lujo, al igual que la luz, porque en muchos sectores de este barrio no hay ni siquiera postes.
Al preguntársele a la chica de 16 años sobre cómo se cuidan, siendo todas mujeres, la respuesta fue el silencio, al igual que cuando se les interrogó sobre si no han querido sobrepasarse con ellas.
La conversación fue interrumpida cuando un camión repleto de pescado putrefacto volteó sus miserias muy cerca, razón por la que el grupo se dispersó.
REALIDAD EN CIFRAS
Según el censo del 2000: 47, 976 niños entre 5 a 17 años trabajan, y de ellos, 27,839 no asisten a la escuela.
De los 47,976 niños, el 31.3% está empleado; el 24.6% trabaja por cuenta propia y el 44% es trabajador familiar. Del total de empleados, el 78.3 por ciento labora en la empresa privada y el 19.6% en el servicio doméstico.
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