Es tan panameño que el 'juegavivo' y las ganas de ser siempre el mejor, cueste lo que cueste, les nuble la vista a los dirigentes, o a las llamadas fundaciones que han aparecido en algunas provincias.

Estas fundaciones o los dirigentes de las ligas, piensan que saben más que los técnicos que ellos designan para pilotar sus equipos.

Más bien parecieran terratenientes o patrones, porque lo que ellos dicen, se hace de todas maneras.

Este año se han visto situaciones en las que la injerencia de los presidentes de ligas hace que cuerpos técnicos completos renuncien.

Es el caso de Chiriquí, en la categoría Juvenil, donde un capricho, o no saber perder, impusieron un técnico, sobre Juan Pringle, quien al final terminó entregando su equipo, por cuestión de honor.

Las imposiciones o la toma de decisión de cantina siguen. Ejemplo claro, la situación de Javier Castillo, en Herrera. Por un capricho o una imposición autoritaria de la Fundación Herrera Campeón, Castillo entró al equipo, dejando a otro pelotero de más utilidad en su casa, por correrse un gusto. ¿Será que los técnicos son pintados en la pared y no escogen las selecciones, sino que solo leen la lista al final y hacen el papel de marionetas de un cierto grupo?

El mismo caso es el que ocurre en Coclé con el tirador Davis Romero. Resulta que Romero se va y el dolor de cabeza le queda a Héctor De León, que se queda sin un lanzador de la talla de Romero, por el capricho de algunos de dejar a un lanzador para que Romero vistiera la camiseta de Coclé.

Por eso me pregunto, ¿quién manda en el campo, las ligas provinciales, las fundaciones o los técnicos? Porque poner un director y al final, los que mandan son personas que no tienen conocimiento de cómo desempeñar ese papel.

Debe haber un cierto respeto por los técnicos -nacional o extranjero- que trabajan en los campeonatos nacionales. Por lo menos, mientras se esté dando el torneo. Si no les gustan los resultados, de todas maneras al final de la temporada los pueden cambiar.