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'Escuela del crimen'

Jesús Simmons | DIAaDIA

El infierno queda en Tocumen. A sus 19 años, Osvaldo, nombre ficticio de un joven que se encuentra recluido en el Centro de Cumplimiento de Tocumen, ya sabe lo que es asesinar a una persona, delito por el que fue condenado a pagar seis años, porque cuando lo cometió tenía 16 años de edad.

QUISO JUGAR CON FUEGO...
De pequeño, Osvaldo era un niño normal, como cualquier chiquillo de barrio con sueños de ser alguien en la vida. Lamentablemente, fue absorbido por el mundo violento en el que vivía. Sus andanzas empezaron con el consumo de drogas, luego robos y hurtos, hasta que finalmente mató a un hombre para poder pertenecer a una de las tantas pandillas que operan en el distrito de San Miguelito.

EL PRECIO DE QUERER EXPERIMENTAR
Lo que nunca imaginó este joven fue que al ser recluido en el Centro de Cumplimiento de Tocumen viviría las vejaciones más inhumanas a las que puede ser sometido una persona. Como él mismo lo describe, ese lugar es más violento y tenebroso que el mundo criminal que lo absorbió. Y es que el Centro de Cumplimiento es una verdadera escuela del crimen, porque no hay programas de resocialización y los custodios tratan a los detenidos como si fueran de otro planeta, dijo Osvaldo. En una celda diseñada para tres personas hay siete muchachos, quienes duermen en colchonetas en el piso.

ENTRE PREFERENCIAS Y CORRUPCION
Lo que más le molesta a Osvaldo son las preferencias que tienen los licenciados y los maltratos que reciben de los custodios.

Según este interno, son los custodios los que se encargan de introducir los teléfonos celulares, cuchillos y drogas al centro.

Por un celular cobran $50.00 y por un cuchillo la suma puede llegar a $90.00. Ese pago los internos se lo hacen llegar a los custodios por medio de amigos que tienen en la calle.

TODOS PAGAN POR IGUAL
El pasado 9 de enero, Osvaldo no alcanzó a ver nada del incidente donde se quemaron siete detenidos, porque estaba en otro pabellón; sin embargo, escuchó los gritos de los muchachos que pedían ayuda. Aunque nada tuvo que ver con el fuego, está pagando las consecuencias, porque desde ese día se despiertan y se acuestan encerrados, o sea, que no los dejan salir de sus celdas.





   
 
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