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  domingo 3 de abril de 2005 enviar por email versión para imprimir
  IMPACTO
Hacia la otra vida
El Papa peregrino unió los lazos con otras religiones.

Redacción | DIAaDIA

Llegada del momento. En los primeros siglos, para saber si el Papa se estaba muriendo, el médico aproximaba a sus labios una vela encendida. Si la llama se movía, significaba que aún conservaba un hálito de vida. La operación se realizaba varias veces hasta que la llama permanecía inmóvil.

Actualmente, se determina la defunción según los procedimientos médicos habituales. Ayer un médico confirmó la defunción del Papa y el prefecto de la casa pontificia anunció oficialmente la muerte: "El Papa ha muerto". Todos los presentes se arrodillaron y comenzaron los primeros responsos. Después, por orden jerárquica, se acercaron al cadáver y besaron la mano del difunto Pontífice.

CONSERVACION DEL CUERPO
Hasta el momento de los funerales, los forenses del Instituto de Medicina Legal de la Universidad de Roma serán los encargados de velar por la buena conservación del cuerpo de Juan Pablo II. Antiguamente, para su mejor conservación, se retiraban los órganos internos y se introducían en ánforas especiales que se depositaban en las iglesias de los Santos Anastacio y Vincenzo, en la Fontana de Trevi. Todavía hoy se conservan las ánforas de 22 papas entre 1390 y 1903, pero Pío X abolió esta tradición.

Según dejó establecido Juan Pablo II en 1996, está prohibido "tomar con ningún medio imágenes del Sumo Pontífice enfermo en la cama o difunto, ni registrar con ningún instrumento sus palabras para después reproducirlas". Sólo se pueden sacar fotografías para fines de documentación, con permiso del camarlengo y siempre que esté ya vestido con los hábitos pontificios.

Por la noche, una vez cerrada la puerta de San Pedro, el cadáver del Papa es entregado a los canónigos de la basílica, que le vestirán con los símbolos de su máximo rango: la mitra blanca en la cabeza, la casulla que utiliza cuando celebra misa, de color rojo (color de luto de los papas) y el palio, una faja de lana blanca con cruces negras, símbolo de dignidad.

ALTAR DE LA CONFESION
En la basílica romana y una vez terminados los ritos privados que se han descrito, se coloca el cuerpo delante del altar de la confesión. Allí permanecerá tres días antes del funeral, de modo que los fieles de todo el mundo tengan la oportunidad de mostrar sus condolencias.

Desde la muerte de Pablo VI y Juan Pablo I, el funeral se celebra en la plaza de San Pedro ante la presencia de presidentes, reyes y numerosas delegaciones de todo el mundo. La solemne procesión está encabezada por el cardenal decano Joseph Ratzinger -en este caso- y el camarlengo; mientras los coros entonan 'Libera me, Domine, de morte aeterna' ('Líbrame, Señor, de la muerte eterna').

El cuerpo del Papa se coloca en un féretro de ciprés, forrado de terciopelo carmesí y encajado en otro de plomo de cuatro milímetros de espesor, a su vez encajado en otro de madera de olmo barnizada. Un prelado lee los hechos más importantes de su pontificado y al final mete el pergamino en un tubo de cobre que se introduce en el féretro, junto a un saquito de terciopelo con monedas y medallas de su pontificado.

CRIPTA VATICANA
Después, los camareros sellan la caja de ciprés y la de plomo y colocan la de olmo. Sobre esta última, colocan un simple crucifijo y una Biblia abierta. El féretro suele pesar 500 kilos y, al final de la ceremonia, un carro fúnebre lo lleva hasta el altar de la confesión, donde por medio de poleas se baja hasta la cripta vaticana. Allí permanecerá hasta que se disponga su sarcófago definitivo.

EL LUTO
Desde ayer se inició un período de luto oficial que dura nueve días y que es llamado por ello 'novemidiales'. En cada una de las nueve, cada cardenal debe celebrar una misa por el Papa fallecido, siguiendo el ritual de difuntos.

En esos mismos días, los sacerdotes de todo el mundo pueden utilizar una misa llamada 'Por un Papa difunto', que aparece incluida en los misales, con la condición de que así lo permita el tiempo litúrgico correspondiente.

Entre el quinto y el séptimo día de los llamados 'novemidiales', el Decano del Colegio de Cardenales, Joseph Ratzinger, que estará acompañado para ello por todos los purpurados, celebra un funeral solemne en la Basílica de San Pedro. Inmediatamente después de esa misa, el Papa recibe sepultura.

 
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