Una vez, iba un hombre en su automóvil por una larga y muy solitaria carretera cuando de pronto, su auto comenzó a detenerse hasta quedar estático. El hombre bajó, lo revisó, trató de averiguar qué era lo que
tenía. Pensaba que pronto podría encontrar el daño del auto, pues hacía muchos años que lo conducía, sin embargo, después de mucho rato, se dio cuenta de que no encontraba el daño del motor. En ese momento, apareció otro auto, del cual bajó un hombre para ayudarlo.
El dueño del auto dijo: "Mira, éste es mi auto de toda la vida, lo conozco como la palma de mi mano. No creo que tú, sin ser el dueño, puedas hacer algo. El extraño hombre insistió con una cierta sonrisa, hasta que, finalmente, el otro dijo:
Bueno, haz el intento, pero no creo que puedas, pues este es mi auto.
El segundo hombre echó manos a la obra y en pocos minutos, encontró el daño que tenía y lo pudo arrancar.
El dueño quedó atónito y preguntó: ¿Cómo pudiste arreglarlo si el auto es mío?
El extraño contestó: Verás, mi nombre es Félix Wankel... ¡Yo inventé el motor rotatorio que usa tu auto!
Cuántas veces le decimos a Dios: ésta es mi vida, éste es mi destino, ésta es mi casa. Al enfrentarnos a los problemas y a los días difíciles, creemos que nadie nos podrá ayudar, pues "es mi vida".
Te voy a hacer una pregunta: ¿Quién hizo la vida? ¿Quién hizo el tiempo? ¿Quién creó la familia? Sólo Aquel que es el autor de la vida y el amor, puede ayudarte cuando te quedes tirado en la carretera de la vida.
|