Es la primera vez que escribo sobre nosotros los hombres, que siempre nos caracterizamos por ser el sexo fuerte, aunque muchas veces caemos por debilidad.
Un día, mi hermana lloraba en su habitación... Con mucha nostalgia, observé que mi padre se le acercó y le preguntó el motivo de su tristeza.
Los escuché hablando por horas, pero hubo una frase tan especial que dijo mi padre esa tarde, que hasta el día de hoy, 8 años más tarde, la recuerdo cada mañana y me llena de fuerza.
Mi padre, acariciándole el rostro, le dijo: "Hija mía, enamórate de un gran hombre y no volverás a llorar". Me pregunté tantas veces, cuál era la fórmula exacta para llegar a ser ese gran hombre y no dejarme vencer por las pequeñeces. Conforme pasan los años, descubrimos que si tan solo todos los hombres lucháramos por ser grandes de espíritu, grandes de alma y grandes de corazón... ¡el mundo sería completamente distinto!
Aprendí que un gran hombre no es aquel que compra todo lo que desea, pues hay tantos que hemos comprado hasta el cariño y el respeto de quienes nos rodean. No te aferres a un hombre que te critique y te diga lo mal que te ves, o lo mucho que deberías cambiar.
¡Me costó trabajo comprender! que un GRAN HOMBRE no es el que llega más alto, ni el que tiene más dinero, casa, carro, ni el que vive rodeado de mujeres, ni mucho menos el más guapo.
Un verdadero y gran hombre es aquel ser humano lleno de transparencia, que no oculta sus verdaderos sentimientos ni se refugia en vicios y cortinas de humo; es el que abre su corazón sin rechazar la realidad, es quien admira a una mujer por sus cimientos morales y grandeza interior. Eso, no más.
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