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  lunes 7 de junio de 2004 enviar por email versión para imprimir
  IMPACTO
Siguen sufriendo los hijos de "El Rockero"
Olvidados a la buena de Dios.

Elisinio González G. | DIAaDIA

Viviendo todos los días bajo dos lluvias: una que proviene de la naturaleza; otra que surge de la mano del hombre, las balas.

Así viven sus días Mariluz Martina Baloy junto a su hijo Gabriel Alfonso Alcázar.

¿Quiénes son? Tal vez son nombres que usted nunca ha escuchado, pero que hoy los podrá relacionar con aquel trágico 24 de junio de 2002, que de seguro todavía descansa en su mente.

Y es que ese día, considerado de luto para el boxeo panameño, murió Pedro "El Rockero" Alcázar, padre de esta hermosa familia que hoy está en el abandono... en el olvido.

CRONICA DE UN DOLOR
Eran las 7 de la mañana cuando salí de mi casa. Iba con la idea de entrevistar a una de las mujeres de "El Rockero" y ver con mis propios ojos lo que me habían comentado: la precaria situación por la que estaba atravesando.

Fui en busca del fotógrafo asignado y nos dirigimos al gimnasio Pedro "El Rockero" Alcázar, en Curundú. Allí nos encontramos, como lo fue planeado, con Rafael "Micky" Lasso, el entrenador y casi padre de "El Rockero", pues así el difunto lo consideraba.

Emprendimos nuestra búsqueda y caminamos aproximadamente seis minutos en línea recta hasta que llegamos al popular barrio de "La Caseta de Curundú".

Desde que entré al área, percibí con todos mis sentidos una miseria extrema. Las miradas eran pesadas. Los murmullos nunca faltaron. No era para menos, éramos extraños a los ojos que habitan en ese lugar.

De repente, una señora de baja estatura irrumpió nuestro caminar. Abrazó a nuestro amigo "Micky" y no vaciló en llevarnos a la casa de Mariluz. No cabía la menor duda de que Dios la puso en el camino, porque aquella señora era la madre de la joven que íbamos a entrevistar.

Mientras caminábamos, en mi mente sólo se cruzaba una interrogante: ¿Seremos bien recibidos?

En un instante todo cambió; aquel temor desapareció, luego que se combinaron una bella sonrisa con unas lindas palabras en el ambiente: "Bienvenidos, están en su casa".

ECHADOS AL OLVIDO
"¡Increíble!", pensé en silencio... y es que no podía creer lo que mis ojos estaban viendo.

Jamás había palpado tan de cerca tanta pobreza. El techo, que si se puede llamar de zinc, era una coladera occidada. El piso, que ya no era de madera, pues para caminar había que saber dónde pisar para no caer en algún orificio. ¡Las paredes! Por allí se podía percibir el amanecer, ya que los rayos del sol se filtraban como aquel ladrón que entra a la casa sin pedir permiso.

Todo era realmente espantoso. En un momento creí que estaba soñando. Pensé que vivía una pesadilla y que muy pronto iba a despertar de ella, y así sucedió.

Una sábana que separaba la sala y cocina con el cuarto de dormir, nos tenía una agradable sorpresa: Gabriel Alfonso Alcázar, la razón de vivir de Mariluz.

Gabriel se encontraba acostado en su cama estudiando, porque ese día tenía una prueba de matemáticas en el colegio. Sin embargo, con una inocente sonrisa, accedió a conversar unos minutos con nosotros.

"Tengo seis años. Estoy en primer grado en la escuela Pedro J. Sossa, y cuando sea grande quiero ser doctor para así ayudar a mi mamá y a mi abuelita", precisó Gabriel.

¡SOCORRO!
Al finalizar nuestra corta, pero provechosa conversación con Gabriel, nos dirigimos donde se encontraba Mariluz. Ella, sin vacilar... con voz temblorosa y con lágrimas corriendo por su rostro, nos contó la odisea que pasa para conseguir el pan nuestro de cada día.

"Yo trabajo vendiendo bollos. Mi negocio es de una señora que me paga seis dólares si vendo todo; si no, sólo me da tres. Ésto no me alcanza para sobrevivir; por eso le pido al Gobierno que por favor me dé una ayuda para darle una mejor vida a mi hijo", relató Mariluz.

UNO PROPONE, DIOS DISPONE
Esa joven de 24 años de edad todavía recuerda, como si fuera ayer, ese fatídico 24 de junio de 2002, el cual le cambió su vida por completo.

"Cuando Pedro estaba vivo, me decía que me iba a sacar de aquí. Me prometió que luego de que viniera de su pelea en Estados Unidos, me iba a conseguir un nuevo hogar. Él siempre estaba pendiente de su hijo, él no quería que Gabriel se criara aquí. Lastimosamente, esta promesa nunca se cumplió, porque él nunca regresó", mencionó Mariluz.

Como dice el viejo adagio: "La esperanza es lo último que se pierde". Y precisamente es esta esperanza lo único que mantiene con ganas de vivir a esta familia. Una esperanza que en estos momentos se transforma en dos gritos de ayuda, los cuales se mantendrán en nuestras mentes para toda la vida.

Aproximadamente, 255 mil dólares son los que están por cobrar las tres esposas de Pedro Alcázar, que corresponde al seguro y parte de la bolsa de la última pelea que hizo ante el mexicano Fernando Montiel, según nos confirmó el que era apoderado del difunto, Rogelio Espiño.

 
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