Un campesino tenía el mejor toro reproductor de la región. Ese toro era su único patrimonio y su sustento. Los hacendados locales descubrieron que el toro era el mejor de la zona y comenzaron a alquilarlo para cruzar sus vacas, comprobando que de ese cruce salían los mejores becerros.
Un día los hacendados se reunieron y decidieron comprar el toro para no depender más del campesino. Un representante fue y le dijo: "Ponle precio a tu toro, que te lo vamos a comprar".
El campesino, que no quería perder su fuente de ingresos, dio una cifra absurda para que fuera rechazada.
Los hacendados se quejaron al alcalde por el precio del animal, y éste, sensibilizado con el problema, compró el toro con fondos municipales, registrándolo como patrimonio de toda la comunidad.
El día de la inauguración de los servicios los hacendados trajeron sus vacas para que el toro las preñara. Le pusieron la primera, y nada. "Debe ser la vaca" - dijo uno - "es muy flaca".
Le trajeron una gran campeona holandesa, el toro la olfateó, y nada. El alcalde, furioso, llamó al ex-dueño y lo increpó a solucionar el problema, pues se había gastado el dinero de los contribuyentes y no quería pensar que todo fuera una estafa más.
El campesino se acercó al toro y le habló al oído: ¿Qué haces, hermano?, ¿no quieres trabajar? El toro lo miró largamente, y con pereza le respondió: ¡No molestes, hermano, ahora soy funcionario público!
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