Muchas de estas personas que vienen de los pueblos colombianos llegan solo con la ropa que traen puesta, dejan atrás lo poco que poseen, en la carrera de escapar de la violencia.
Casi nada de dinero, porque todo se va en el pasaje de casi todos los miembros de la familia. Aproximadamente, a una familia le cuesta trasladarse entre $70 y $80 dos adultos y cuatro niños. Para ellos esto es mucho dinero, tienen que vender sus cultivos y sus animales.
El Servicio Jesuita a Refugiados les brinda asistencia social a muchos de los que llegan a las áreas de Jaqué, Puerto Piña, Cocalito y otras comunidades aledañas. Se les brinda asesoría y asistencia legal gratuita.
Además, un programa de préstamos sin intereses para que puedan iniciar su primer negocio, ya sea en la pesca, materiales para la confección de sus artesanías, abarroterías u otras iniciativas.
También, cada año a familias de los diferentes poblados se les apoya con el programa de su vivienda. Se les facilitan materiales para la construcción de sus casas y sanitarios adecuados.
Asimismo, se llevan talleres de capacitación y se hace hincapié en la situación de los refugiados y solicitantes de asilo, tanto en las zonas urbanas como en las pequeñas comunidades de frontera, para que exista respeto a sus derechos humanos.
Estas personas huyen de su patria por temor a perder su vida, y donde llegan a buscar la paz, luchan por integrarse a la nueva patria, para conseguir un empleo y el acceso a los servicios básicos, como salud o educación, a menudo enfrentándose a la discriminación y la xenofobia.
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