A pesar de las necesidades, esta familia trata de mantenerse unida. (Foto: Didier Hernán Gil / EPASA)
Didier Hernán Gil
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Quedó marcado por la violencia de su comunidad. Hoy día, le da pena que las personas lo vean y hasta se pone a llorar cuando se asoma al portal de su casa y ve a los vecinos caminando.
Carlos Loaiza tiene 17 años, pero su vida cambió a los 9 años. Es que frente a su casa, en el sector El Águila de Curundú, mientras arreglaba su bicicleta se formó una balacera en la que su hermanita Yomaira, que tenía 3 años, quedó en medio del violento incidente.
Lo primero que se le ocurrió a Carlos fue abrazarla para protegerla.
"Las balas que iban a su hermana le cayeron en la columna y eso lo dejó parapléjico", contó muy consternada su madre Maritza Núñez.
Ella, cada vez que recuerda el incidente, se deprime mucho; sin embargo, le pide a Dios fortaleza y trata de animar a su hijo, dándole abrazos y jugando con él.
Carlos pasa la mayor parte de su tiempo acostado en un cuarto de madera, a pesar del calor. A veces se entretiene viendo el televisor, pero según su madre, Carlos no ha superado este incidente. Ambos sufren en silencio.
Las condiciones de la casa de Carlos son muy precarias. El piso tiene varios huecos.
Maritza contó que no trabaja, porque se ha dedicado a atender a su hijo; por lo que un tío y Raúl, su hijo mayor, son quienes se ganan un par de reales limpiando o cargando mercancía en el Mercado de Abastos. La alimentación diaria de Carlos es incierta.
La iglesia María Reyna de Curundú es la que lo asiste.
PREOCUPANTE
Carlos no sabe leer ni escribir bien. Al menos tiene una silla de ruedas que le permite moverse dentro de su casa.