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Así­ es la vida

Elizabeth M. de Lao | DIAaDIA

Esto es entre nosotros, los padres y madres de adolescentes.

Le tocó a mi hija, de 14 años, asistir a su primer quinceaño sola. Ya habí­a ido a algunos otros, pero con toda la familia. Esta vez, la tarjeta decí­a: "hemos reservado para usted 1 puesto". Eso me asustó.

En primer lugar, querí­a que se viera bonita, pero recatada. Me encargué personalmente de eso.

En segundo lugar, tení­a que advertirle cómo debí­a comportarse. Que si no tomes una gota de licor, que si te mueves del puesto para bailar o ir al baño, no tomes de la soda que tení­as en el vaso (por aquello de que pueden echarle algo a la bebida); que si debes estar pendiente del celular por si te llamo; que si nada de relajos fuera de lugar, y un largo etcétera.

Y aquí­ viene lo bueno. En tercer lugar, debí­a regresar a casa temprano, antes de las 11:30 de la noche. ¡Como si eso fuera posible en estos dí­as!

Resulta que la tarjeta siempre dice que la fiesta empieza a las 8:00 de la noche, como debe ser. Pero lo cierto es que siempre comienza a las 11:00 de la noche.

Bueno, llamé a mi hija a las 10:30 p.m. ¿Respuesta? "¡Pero mamá, si todaví­a es muy temprano. Ni siquiera hemos comido"!

"Está bien, un rato más", le contesté.

Mientras tanto, trataba de dormir un poco. En realidad, dormitaba, pendiente del reloj. Así­, me desperté de mi letargo a las 12:00 de la noche.

¡Dios mí­o, las 12:00! La llamé una y otra vez. No contestaba el celular. El corazón se me querí­a salir. De repente, ella llamó: "Mamá, todaví­a no, por favor, si ahora es que se está poniendo buena la fiesta. Estoy bailando y 'tamos bien pretty", por favor, por favor, por favor...!

Para no cansarles, desperté a mi esposo para que me acompañara a buscarla. Llegué a las 12:30, pero mi hija estaba bailando y así­, en el carro, recordé a mi suegra. "Ya la veré dentro de unos años, con una hojalda a media madrugada y a Rigo (mi esposo) con un tabaco, cabeceando, mientras esperan a que la niña baile".

Ni más ni menos, así­ fue. A la 1:00 de la mañana salió, radiante, con un cisne en una mano y los zapatos y dos globos en la otra. Sentí­ un tremendo alivio. ¿Les parece conocido?

   
 
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