Le molesta que le digan chino. Para el panameño Carlos Nagakane Saavedra, hoy es un día muy triste, porque experimentó en carne propia el terror de la Segunda Guerra Mundial, cuando Estados Unidos lanzó una bomba atómica sobre la ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.
Relató que su papá, un japones que se había casado con una panameña, se vio obligado a salir con su familia de Panamá y partir hacia el Japón, porque el presidente de ese entonces sacó a los extranjeros del país.
Sentado en una silla, en el portal de su casa, ubicada en la comunidad El Guayabito de La Chorrera, observando un álbum familiar, Nagakane recordó que estaba en un refugio subterráneo en la ciudad de Takehara cuando la bomba atómica estalló.
Después de que el bombardeo cesó, se quedó una semana en el subterráneo para no ser afectado por la radiación. La destrucción y la gran cantidad de muertos que vio, a pesar de que solo tenía siete años, lo marcaron para toda la vida. Recuerda como si fuera ayer, a la gente a la que se le caía el cabello y los trenes descarrilados.
Manifestó que una vez acabó la guerra en 1948, los Estados Unidos y Japón hicieron un intercambio, y por medio del gobierno panameño pudieron regresar a Panamá.
A su llegada al Istmo se instalaron en La Chorrera, pero lastimosamente su papá Masato Nagakane, por ser japonés puro, no pudo regresar con ellos.
En 1979 vivió uno de los momentos más hermosos cuando su padre, sin conocer dónde estaba viviendo, se le apareció en la puerta de su casa, en La Chorrera. Ese día lloraron juntos. Luego, lo llevó a la tumba donde estaba enterrada su esposa Francisca Nagakane. Tres meses después partió hacia Japón, donde murió.
Los 6 agosto de cada año, Carlos Nagakane Saavedra recuerda la tragedia cantando el himno japonés en honor a sus paisanos que perdieron la vida.
DE CERO
Carlos Nagakane Saavedra recuerda que tuvo que empezar de cero cuando regresó a Panamá.
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