Gregorio, de 85 años, y Juana Aranda, de 84, son dos seres especiales para el campeón mundial de salto largo Irving Saladino. Son los padres de su madre Cristina Aranda.
Mientras que miles de personas oraban y gritaban al ver saltar a Saladino, en la casa 37 de La Ciénega en Portobelo, en la Costa Arriba de Colón, había una pareja que ya había prometido al Cristo Nazareno, una penitencia por su triunfo.
Los dos abuelitos del campeón estaban muy juntitos viendo las escenas de la televisión cuando su nieto saltaba.
Ayer, ellos dijeron: "mi nieto era inquieto, le gustaba correr y saltar en el estadio de Portobelo", dijo la abuela Juana que sonríe al recordarlo con cariño y revela que a Irving le encanta que le prepare "coca la reina", que lleva los ingredientes de coco, mantequilla, vainilla y, por supuesto, el pescado frito. Su abuelo Gregorio señaló que a Irving le gustaba pelear con los más chicos y cuando sabía que la mamá le iba a pegar, se iba donde su tía Neida, quien lo escondía para que nadie lo tocara.
Los abuelos maternos de Irving dijeron que su nieto no llega a la casa, si antes no visita al Cristo Negro en la Iglesia de San Felipe de Portobelo.
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