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  IMPACTO
Sacrificio de "lomo a lomo"

Diamar Díaz Nieto | DIAaDIA

Aquí triunfa el más dispuesto. Cientos de panameños de distintos puntos del país buscan el éxito todos los días, y lo hacen sin preocuparse por los esfuerzos.

Desde el carretillero que traslada mercancía hasta el buhonero que ofrece legumbres, pasan por un engranaje comercial que comienza en el Mercado de Abastos, donde el más astuto sale triunfador.

DUERMEN EN EL LUGAR
Acostados en cartones o en hamacas, cumplen con el refrán que reza: "el ojo del amo, engorda al caballo".

Ismael Muñoz, de Capira, al ver los puestos llenos de limones, duerme las pocas horas que le quedan antes que empiecen a llegar los buhoneros, asiáticos y los dueños de tiendas.

Muñoz afirmó que las 4:30 a.m. es la hora buena para vender. Lleva más de 30 años, produciendo limones que procura mantener en el mejor estado, puesto que estamos en la época mala de este cítrico.

Horacio Nieto, de Guararé, por su lado, deja encargados para cuidar las frutas que oferta.

Aunque iba en retirada para uno de los hotelitos cercanos, reconoció que en esta ocasión se iba más temprano para su tierra, para alcanzar el desfile de carretas en el Festival de la Mejorana y que sólo esperaba el amanecer para irse a gozar del fruto de los esfuerzos.

CARRETILLEROS A LA ORDEN
Mientras a lo lejos se oía desde un radio transistor música soca, los carretilleros se alineaban como si fueran para la guerra.

Doranci Chamarra, uno de ellos, sabe que para lograr su meta de ocho balboas diarios debe estar desde las primeras horas de la madrugada en el Mercado de Abastos. Lo encontramos a la 1:00 a.m.

Doranci dijo que los buenos clientes empiezan a llegar a las cinco de la mañana. El precio de sus servicios está entre un balboa hasta cuatro, dependiendo si es una carga pequeña o son muchos los productos como para llenar un pick-up.

Aunque no duerme en el lugar, reconoció que los siete a ocho balboas que consigue por día los suda mucho, ya que la competencia es recia y él no se va a dejar vencer.

CAFE CALIENTITO
Para mantener reconfortada a las almas que se encuentran fraguando una batalla con el sueño, está la dominicana Aideé Alameda Núñez.

Su hora de entrada es a las cinco de la tarde y se retira a las siete de la mañana.

Para ella laborar tantas horas no es un sacrificio, puesto que su madre le enseñó desde pequeña el valor del trabajo.

Aideé, madre de ocho, vende café y chocolate. Para atender a todos sus clientes, prepara 18 termos repleto de estas bebidas.

El precio del café negro es quince centésimos; el café con leche, veinticinco y el chocolate, cincuenta.

Ya el trasnocharse no es un problema, porque se acostumbró a descansar tres horas en los nueve años que lleva en este sitio y que lo importante es que ese dinero es todo para sus hijos. Su sacrificio tiene recompensas, ya que aseguró que hace por día hasta 45 balboas.

COMPRADORES E INTERMEDIARIOS
Ya el reloj marcaba las 6:00 a.m. y el hervidero de gente llenaba los pick -ups, camiones y hasta autos doble cabinas.

lvaro López y su ayudante Francisco, ya llevaban su auto lleno de mercancías.

Su periplo es por toda la ciudad, sobre todo de las afueras, donde les ofertan, además de cebollas, papa, ají pimentón, plátano, el pescado, que compran en el Mercado del Marisco.

Ya la experiencia los ha llevado a saber a quiénes comprarles, aunque prefieren a los chiricanos, pues les venden el "oro verde" más barato para poder ofrecerlo a la ciudadanía a tres por veinticinco.

   
 
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