"Es fácil llegar, pero difícil salir". Así de claro lo manifestó un guardia que custodiaba la entrada a la cárcel La Joyita, donde ayer la Defensoría del Pueblo y el nuevo director de Corrección, José Calderón, realizaron un recorrido en el penal con los medios de comunicación.
DESAGRADABLE ESTADIA
El lugar es deplorable. El que entra no quiere regresar. El primer pabellón que nos encontramos fue el 6, donde están todos los extranjeros. Allí, desde la cerca, se asomó un anciano de 84 años, Arturo Castaño Morales, un colombiano detenido por drogas, que se vale de un bastón para caminar.
ES REAL Y NO UN CUENTO
La seguridad nos permitió el acceso a este pabellón. Por supuesto, ni los periodistas cabían. El lugar estaba lleno. Si caminabas, debías tener cuidado de no tropezar con una hamaca arriba o un pedazo de cartón en el piso. Del olor, ni hablar.
En una mesita, cartuchos con pan y picaritas son el negocio de un colombiano. Al lado de éste, un televisor de 20 pulgadas, propiedad de los asiáticos, estaba en una mesa. La queja generalizada: falta de agua y atención médica.
ENFERMOS, CASI TODOS
En el pabellón 4 y 5 están Los Perros de San Joaquín. Allí estaba un enfermo mental, quien con mirada perdida y despistado de lo que le rodea, dijo que se llama Nemesio Abrio, de 19 años.
Y es que todos sufren un trauma psicológico; al hablar reflejan desesperación y hasta locura. Calderón aceptó que en el penal no hay psiquiatras, y a los médicos se les dificulta la atención a los enfermos mentales.
La cocina es una réplica de los pabellones, sucia hasta más no poder. Los reos que cocinan hacen lo que pueden.
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