Matilde Sánchez

Los hechos. Hace unos meses, en un concurso de belleza en la República de Panamá, a una de las muchachas participantes le preguntan su opinión sobre esta sentencia del filósofo Confucio: "Leer sin meditar, es una pérdida de tiempo". Ella contesta que Confucio es un chino-japonés autor de la confusión. Tal respuesta le da la vuelta al mundo. Y el mundo se ríe de los panameños. También comenzaron a circular otras respuestas parecidas dadas por divas en iguales circunstancias. Y el mundo se rió del mundo, por lo menos el planeta no ha perdido el sentido de humor. La pregunta. Afirmar que Confucio es el padre de la confusión, ¿de qué es fruto? ¿De los desastrosos sistemas educativos? ¿Del papel idiotizante de los medios masivos de comunicación? ¿O será que los que nos escandalizamos esperamos mucho de la humanidad y que la cultura que incluye el conocimiento de la obra confuciana es un bien de las élites?

Un paréntesis. Muchos emperadores chinos, quienes fueron realmente muy poderosos, conocieron y se inspiraron en la obra de Confucio para organizar la sociedad china. La respuesta. El grueso de la humanidad no conoce a Confucio. Para ese mismo grueso, eso no es una mala noticia. Siempre ha sido así. Sin embargo, si por ese grueso fuera aún estaríamos en las cavernas o colgando de algún árbol. De los que afirman que es una mala noticia, unos conocen a Confucio y otros dicen que conocen a Confucio y disimulan su ignorancia con una pose. El preguntar por Confucio en un concurso de belleza es una pose. Igual contestar una estupidez. Una pose es aparentar, en este caso conocimiento, para ganar aceptación social. Las poses las practican tanto los supuestos confucionistas como los confundidos. En esas circunstancias, es posible que esperar mucho de la humanidad, también sea una pose. Entonces, pienso que no tenemos que esperar. Tenemos que trabajar, ¿o no es así?