Todavía se me aguan los ojos cuando me acuerdo que el pasado sábado, mientras me encontraba en una cobertura en el Parque de Santa Ana, un facineroso me robó mi cámara.
Pero no cualquier cámara, sino la que con mucho esfuerzo mi mamá me regaló hace dos años cuando comencé mi trabajo como periodista.
"Hija, todo periodista debe tener una cámara personal para que pueda tomar las primicias en cualquier momento", recuerdo me dijo mi bella madre aquel 13 de agosto (día de mi cumpleaños) cuando abrí una caja rosada y en ella estaba mi cámara (también rosada) lista para mí.
Pero más que una cámara rosada de una buena marca, mi dolor es el perder eso que ella me regaló. El saber el esfuerzo que hizo mi progenitora para comprarla, y recordar la emoción y cariño con la que me la entregó aquel día, me arranca el alma de saber que ya no la tengo conmigo.
No paré de llorar durante toda la tarde, en verdad lloré como una niña pequeña.
Pero lo impresionante fue escuchar las palabras de esa mujer que me dio la vida, quien al escuchar la mala noticia, me dice: "No llores, mi bebé, gracias a Dios no te pasó nada, lo material no importa"... y me sentí calmada, aliviada, protegida.
Y a pesar de que muchas personas sufrieron mi dolor, fueron las palabras de una madre las que me levantaron el ánimo ... que Dios perdone al que tomó lo que no le pertenece.
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