En el año vigésimo tercero del reinado de Zhao, Lao Tse percibió que la guerra terminaría por destruir el lugar donde vivía.
Como había pasado años meditando sobre la naturaleza de la vida, sabía que en ciertos momentos es preciso ser práctico. Decidió, entonces, tomar la decisión más simple: mudarse.
Tomó sus pocas pertenencias y partió en dirección a Han Keou; en la puerta de salida de la ciudad, encontró un guardia.
Nada más que para librarse del guardia, Lao Tse escribió ahí mismo un pequeño librito, cuya única copia le entregó. Después, continuó su viaje, y nunca más se oyó hablar de él. El texto de Lao Tse fue copiado y recopiado, atravesó milenios y llegó hasta nuestro tiempo. Se llama Tao Te King. Aquí va una de sus páginas:
Aquel que conoce a los otros es un sabio.
Aquel que se conoce a sí mismo es un iluminado. Aquel que vence a los otros es fuerte. Aquel que se vence a sí mismo es poderoso. Aquel que conoce la alegría es rico. Aquel que conserva su camino tiene voluntad.
Sé humilde y permanecerás íntegro, inclínate y permanecerás erguido, vacíate y permanecerás repleto, gástate y permanecerás nuevo. El sabio no se exhibe, y por eso brilla, no se hace notar, y por eso es notado, no se elogia, y por eso tiene mérito, y porque no está compitiendo, nadie en el mundo puede competir con él.
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