En aquel entonces, te materialicé para escribirte estos deseos, y hoy que estás conmigo, no he dudado en volver a escribirte.

Cuando pensé en ti, sembré un árbol con la intención de que juntos nos cobijáramos bajo su sombra refrescante y platicáramos sobre tus triunfos y derrotas.

Cuídate del mañana, está lleno de promesas. Pero, disfruta de tu presente, de tu mundo de inocencia y candor.

Si el creador te permite crecer, entenderás la diferencia entre lo bueno y lo malo, entonces comprenderás los errores de mi vida.

Cuando alguien deposité en ti una semilla, abrígala, aliméntala, dale calor.

De esa forma, quien en tu ser la haya depositado, estará seguro de cosechar lo que sembró.

Recuerda que la gratitud, el respeto, el cariño, la nobleza, la sencillez y la humildad, son los valores más sagrados que todo hombre debe conservar.

Hoy, no eres más que un débil pajarillo. Cuidaremos de tus alas, para que cuando surques el horizonte de la vida, ninguna tempestad borracha de aire, juegue contigo.

Así, pequeño mío, cuando contemples en el cielo a los pajarillos, cuando siempre los veas volar, recuerda que cuando eran unos indefensos polluelitos, sus padres los enseñaron a volar...

Cariñosamente, tu madre, tu amiga, tu... todo.