Mamá, ¿sabes? Tengo en mi cabeza insectos que vuelan. Son como hormiguitas marrones que me hacen cosquillas. Yo creo que vuelan, porque no las he podido atrapar y fíjate que me han llenado el cabello de perlitas brillantes, está tan lindo. Siempre quise tener mi pelo como el de las sirenas de los cuentos que me lees y ahora con estas perlitas me parezco a una de ellas.
¡Ah! Por si acaso, le convidé unas cuantas hormiguitas a la Catalina y a la Marisol, pues tú me has enseñado que no debo ser egoísta con mis amigas, pero la fresca de la Macarena siempre anda intruseando en mis cosas y, al parecer, algunas me sacó, ella también tiene ahora. ¿Por qué las hermanas chicas serán tan intrusas y envidiosas?
Valentina nunca comprendió la cara de horror que puso su madre. Menos que la metiera bajo la ducha, que le echara un shampoo con olor a insecticida y, para colmo, le haya puesto una gorra de baño que la hacía sentirse ridícula. Y eso no fue todo, la volvió a meter bajo la ducha para luego proceder a peinarla con un peine con dientes de acero, distinto del delicado peine de nácar que usan las sirenas.
Valentina no ha parado de llorar por la desaparición de sus queridas hormiguitas marrones; pero, para su consuelo, la Catalina, la Marisol y, por supuesto, su hermana Macarena corrieron la misma suerte en manos de esas madres que definitivamente no las comprendieron.
Ellas le llaman piojos ...¡pasa hasta en las mejores familias!
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