Raimundo, quien estudiaba arquitectura, utilizó su vocación y su facilidad para dar forma a los materiales de la naturaleza, para ganarse la vida y poder subsistir. Por tres años viaja desde su casa en Burunga de Arraiján, hasta la Universidad de Panamá, donde se entretiene con la lana multicolor y un gancho de tejer, además de compartir con sus dos hermanos y sus clientes el evangelio de Dios.

"Hemos encontrado una manera de ganarnos la vida, como las personas en la antigüedad lo hacían, con el fruto de sus manos".

Muchos de los materiales que usan para confeccionar los collares y pulseras son dados por la naturaleza. Destacó que aprendió a dejar de robotizarse y alejarme de lo común para ganarse el sustento, porque las oportunidades de empleo siempre existen, pero el hombre se ha vuelto haragán y no se atreve a buscarlas.

ÚNICAS
Sus finos tejidos y terminación del trabajo le dan más valor a sus artesanías, gustadas por todos.