Su vida la ha entregado, en gran parte, al deporte rey de los deportes olímpicos, el atletismo. Como atleta, Florencio Aguilar ponía el alma en cada competencia y actualmente, en su rol de entrenador, transmite esa sensación de seguridad y confianza que él sabe necesitan sus humildes pupilos, la mayoría niños que él ha "arrebatado" de las peligrosas calles de Colón, y que sueñan con mejores días.
Aguilar, un hombre sencillo criado en Colón, asistió a dos Juegos Olímpicos en su época de velocista: Los Ángeles 1984 y Barcelona 1992. De ambas citas atléticas, guarda hermosos recuerdos y experiencias que -confiesa- lo ayudaron a crecer como persona.
No llegó a disputar finales en ninguna de las dos olimpiadas a las que asistió, pero aún así, para Ricardo Sasso, presidente de la Federación Panameña de Atletismo (FEPAT), Aguilar era un "buen atleta" por el mucho empeño que ponía.
PUPILOS DORADOS
Dentro de la pista, este ex hectometrista (100 metros) no cosechó logros rimbombantes, algo que contrasta con el éxito que ha tenido como instructor: el "fenómeno" Irving Saladino y el vertiginoso ascenso del también saltador Jamal Bowen tienen como principal responsable a este gran entusiasta, consejero y motivador que es Aguilar para los cerca de 20 atletas colonenses que a diario entrena en el Estadio Armando Dely Valdés, la fábrica donde pule a los héroes del mañana.
Sus experiencias olímpicas las comparte con sus muchachos, a quienes aconseja "dar el máximo y ser disciplinados", ya que ir a la cita polideportiva más grande del planeta no es "moco de pavo".
AHORA ES UN ENTRENADOR ELITE QUE TRABAJA CON LIMITACIONES
Como buen amante de los deportes de pista y campo, los días del entrenador colonense transcurren entre los sueños de niños que buscan conquistar al mundo a punta de saltos, fuerza y velocidad.
Irónicamente, Aguilar, quien el año pasado finalizó el curso de nivel V para entrenador élite, el cual le era dictado desde 2005, por consagrados profesionales de la Federación Internacional de Asociaciones Atléticas (IAAF), no cuenta con un lugar óptimo para impartir sus enseñanzas: una pista defectuosa y resquebrajada, más una fosa de salto largo de espanto, le espera cada vez que atraviesa el umbral del Armando Dely.
"Cuando llueve, tengo problemas con la fosa, que se me llena de agua; la pista de tartán no está en la mejor forma y a veces tengo a chicos que no pueden presentarse a entrenar porque no tienen dinero para pagar el transporte", dijo.
Respecto a su título de entrenador de categoría mundial, destacó que "todo era cuestión de seguir indicaciones". "Los especialistas de la IAAF me mandaban los temas. Yo les enviaba informes del trabajo que hacía con Bowen (salto largo), porque el aspecto principal que estaban calificando era la labor del entrenador sobre el terreno y gracias a Dios cumplí con lo que ellos me exigían. En julio del año pasado, pasé el examen final cuando logré que Bowen saltara 7.34 en el Mundial Menor, en la República Checa", declaró.
Si en los Juegos Olímpicos de Beijing, Saladino llega a colgarse alguna medalla, los aplausos también tendrán que ser para Florencio Aguilar, "el fabricante de canguros".
FLORENCIO AGUILAR
Tiene 48 años; nació el 31 de julio de 1959 y reside en Arco Iris, Colón. Es entrenador desde 1997 y, como atleta, era especialista en los 100 y 200 metros.
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