Resulta que en el mundo del crimen se le llama Burundanga a cualquier sustancia hipnógena capaz de suprimir la voluntad de las personas. Por ejemplo, la escopolamina, que se extrae de la belladona. Con el simple contacto de la piel, la escopolamina hace que la víctima quede atontada, se torne complaciente, y después de haber entregado hasta el apellido, no se acuerde de nada.

En dosis muy altas, la escopolamina causa convulsiones, depresión severa, coma y aún la muerte.

A veces los maleantes, hábilmente, sitúan objetos frente a la víctima para que ésta inhale el tóxico: por ejemplo, pueden mostrarle un libro, cartera o pañuelo que, una vez abierto, deja escapar la sustancia en el rostro y ¡zas! lo pierdes todo.

Cuando me llegó esta información, me di cuenta de que había escogido la palabra correcta como apodo para los niños.

Soy su víctima y ellos los más dulces victimarios. Desde que los tuve en mis brazos por primera vez, debió ser la escopolamina que traían encima la que me anuló la voluntad, me encadenaron el alma y así he estado todos estos años, complaciente a sus caprichos, loco y atontado cuando veo a mis hijas hermosas y llenas de luz y al pela'o varonil y llenándose de pelos.

Ellos, los burundangos, son los rateros de mi cariño y yo su esclavo. Y morir por ellos poco importa.