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Oficios que pocos quieren
Los picadores de lápidas cobran por letra y les toma de tres a cuatro horas hacer una. (Foto: ERICK BARRIOS/JESÚS SIMMONS/Corresponsales)

Jesús Simmons | Elena Valdez

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Un oficio exclusivo para pocos. Aunque parezca un trabajo sencillo, no hay nada más difícil en la vida que trabajar con personas que han fallecido, es decir, en un cementerio.

De esto puede dar fe Francisco González, quien lleva 33 años laborando como sepulturero en los camposantos municipales de la capital.

Cuando él empezó apenas tenía 21 años y por ser tan joven se le hizo muy difícil asimilar el tener que lidiar con difuntos.

La primera experiencia terrorífica la vivió en el cementerio de Juan Díaz, cuando le tocó abrir una bóveda y lo primero que vio fue el féretro lleno de huesos.

Esto lo dejó tan mal que tuvo varios días sin comer, pero como necesitaba el empleo, puso de su parte para adaptarse.

En su larga carrera como sepulturero hizo las fosas de panameños famosos como la del general Omar Torrijos Herrera, Aquilino Boyd, Rommel Fernández.

Cuando inició su carrera solo ganaba B/161.00 mensuales, pero por su responsabilidad fue ascendido a capataz con un salario de B/395.00.

A pesar de que no es un trabajo bien remunerado, se siente satisfecho, porque al menos tiene un empleo con el cual pudo sacar adelante a su familia.

Lo que más le preocupa a González es que no se está dando un relevo de generación en los sepultureros, porque los jóvenes no soportan.

Explicó que los muchachos no aguantan ver muertos, por eso optan por abandonar el trabajo y buscar otras opciones laborales que no tengan nada que ver con muertos.

PICADORES DE LAPIDAS
Otros que se ganan la vida en los cementerios son los picadores de lápida, o sea, las personas que les ponen los nombres de los difuntos a las tumbas.

Tal es el caso de Juan Antonio González, quien a sus 61 años se gana la vida haciendo lápidas en el Cementerio Municipal de Amador.

Cuando apenas tenía 14 años, fue su papá quien le enseñó el arte de tallar el mármol y el granito que se utilizan para hacer las lápidas.

Mientras golpea el cincel con el martillo para hacer una letra sobre el blanco mármol, vienen a su mente los recuerdos de lo rentable que era la actividad.

Tan bueno era que antaño había hasta 12 picadores en el camposanto de Amador y hoy son pocos los que hacen esto.

Antes, este talentoso artesano cobraba 0.15 por una letra, pero ahora prefiere hacer un solo paquete y cobrarles a los clientes B/35.00 por lápida.

Otro que ha visto la situación difícil es Didier Ordóñez con más de 30 años dedicándose a pintar tumbas y a sacar muertos en el cementerio de Aguadulce. Una tarea que para él ya es algo normal, pues le ayuda a incrementar sus recursos económicos, sobre todo en noviembre.

Cuando la situación económica se le ajustó, se dio cuenta de que su oficio como pintor lo podía aplicar en los cementerios y así fue.

FABRICA DE CRUCES
Una de las novedades que tienen los cementerios municipales es que cuentan con su propia fábrica de cruces, lápidas, tapaderas de bóvedas y de osarios para sus tumbas.

Ubicada en el cementerio de Juan Díaz, a diario hacen 14 cruces, todo dependerá de la demanda que tengan los cementerios.

El administrador de este camposanto, Carlos Moulanier, dijo que en Panamá no existe fábrica alguna que se dedique a confeccionar cruces, por eso tienen que hacerlas ellos mismos.

Hoy, Día de los Difuntos, cientos de panameños ofrecerán sus servicios de limpieza y pintura de tumbas con el único fin de llevar algo de dinero a sus hogares.





 
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