Amigos, lo que les voy a contar tal vez les asombre y permítanme decirles que a mí también. Como en todos los entierros, pensé que habría llanto, pues no, en el entierro de la "Reina de la Saloma", Eneida Cedeño, hubo lo contrario.
Les digo esto porque lo único que escuché de esta gran mujer, con la que jamás tuve la oportunidad de conversar, fue anécdotas jocosas.
Sí señores, ayer, la iglesia de Lourdes estaba vestida de duelo, igual que mi Panamá, por el gran vacío que deja Eneida Cedeño en el típico, pero también está llena de recuerdos, todos grandes, picarones e inolvidables.
Las cenizas de "La Morenita de Purio" estuvieron acompañadas por su familia, encabezada por "El Poste de Macano Negro", Dorindo Cárdenas, sus hijos, el resto de su familia y, por supuesto, amigos y conocidos. ¿Saben qué, amigos? Todo esto es muy irónico, como recuerdan, ayer les dije que según "Don Doro" ella no quería bulla en su entierro y hasta ahora así ha sido, ya que no hay llanto, pero sí un muchas razones para estar a su lado.
Entre tantas cosas, hubo algo que me llamó mucho la atención y es cómo la recuerda uno de sus descendientes, Dorindo Cárdenas hijo, quien puso punto y aparte a su dolor y nos contó un par de cositas muy significativas. ¿Cuáles? Empezó por decirnos que Dorindín Cárdenas fue el hijo a quien Eneida regañó más, era el más perverso, necio, y el que menos caso hacía, de quien se podría hacer como cuatro libros, confesó tan bromista como su madre.
Pero eso no es todo, continúo diciendo: "Ella nos enseñó a estar siempre de buen humor, donde estuviéramos, pasara lo que pasara. Mira, a ella le gustaban los animales, te puedo confesar que todas las mañanas se iba al mercado a recoger las sobras de guineo, lechuga y más; parecía, por decir algo, una mendiga, pero era capaz de todo por alimentar a sus animales, tenía 56 venados, saínos, conejos, en fin, un zoológico entero", expresó.
Luego sonrió y dijo: "Nadie la molestaba, ella era quien lo hacía a los demás, es más, la gente la trataba de vacilar, porque mi papá era un poco mujeriego y ella respondía: "Déjalo que goce, que acá conmigo también goza", y, cuando me regañaba, al terminar reía.
"Qué te puedo decir, una vez cuando estaba chiquillo me pegó con un palo y me aturdió y todo el mundo le gritaba llévalo al hospital y ella decía, déjalo que se pare, porque ya sabe lo que es un garrotazo.
¡Dios! El buen humor de ella, su saloma y su canto toda la vida vivirá con nosotros, Eneida Cedeño era sin igual", agregó. ¡Oye, Eneida sí que era grande! Ah, y no sólo por ser pionera en la saloma.
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