Es un proceso largo y difícil, pero no imposible.
Ante la muerte, nos sentimos abandonados y paralizados.
El curso del duelo es irregular. Cada uno lo vive de una forma distinta, a un ritmo distinto.
Cada persona tiene su forma de recuperarse del duelo.
Las creencias y valores suelen modificarse (disminuyen o se acentúan más).
Hablar del fallecido ayuda a que representemos su falta y lo ubiquemos en el tiempo.
Afrontando la pérdida, aprendemos a enfrentar otras situaciones de la vida.
El duelo se considera patológico cuando, a pesar de haber transcurrido el tiempo, los sentimientos se mantienen con la misma intensidad, frecuencia y duración que tuvieron lugar en un primer momento.
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