Al llegar, los ancianos se encontraban encerrados en la casa. En la sala, había dos camas. El baño tenía un olor desagradable. La encargada del cuidado de los ancianos explicó que se les mantenía con la puerta cerrada por su seguridad, puesto que el joven con problemas mentales entraba y los golpeaba.

El dueño del asilo aseguró que poseía todos los permisos requeridos por la ley.

Agripina Vásquez de Jaén, quien laboró por dos días en el asilo, dijo que amarran a los ancianos a las sillas por orden del dueño. Otras dos mujeres dieron sus testimonios.