Una noticia recorrió el mundo ayer a la velocidad de la luz: Juan Pablo II se fue al cielo.
No se hicieron esperar las lágrimas, los pronunciamientos oficiales, el dolor del alma por el fallecimiento de un hombre bueno.
A media tarde el Vaticano desmintió que hubiese fallecido, pero algunos cardenales adelantaron que le quedaban pocas horas de vida.
"Esta tarde o esta noche, Cristo abre sus puertas al Papa", dijo el vicario general del Vaticano, Angelo Comastri, a 70.000 personas congregadas en la Plaza de San Pedro a esas horas.
El cardenal mexicano Javier Lozano Barragán, ministro de Salud del Vaticano, dijo a Televisa que el Papa "se está muriendo".
"Hablé con los médicos y me dijeron que no hay más esperanzas", dijo el cardenal.
Fue entonces cuando el mundo católico, y el de quienes sentían a Juan Pablo II como un líder del hombre y la mujer de hoy, sin importar la religión que le una a la idea de Dios, se paralizó.
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