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Una empresa común
Una forma de comprometerse con la educación de los niños es asistiendo a las reuniones escolares. (Foto: Cortesia)

Dr. Dennis Cardoze | Psiquiatra de niños y adolescentes
La cooperación entre padres y maestros para hacer de la educación una empresa común, es una teoría más que un hecho.

Los padres de familia pueden pasar todo el año sin llegar a conocer a los maestros o profesores en cuyas manos está la formación de sus hijos, salvo en los casos en los que existe mala conducta, mal rendimiento o alguna otra circunstancia especial. Las reuniones entre padres y docentes son escasas, y cuando se pretenden realizar, muchos padres no asisten siendo siempre una minoría, generalmente los más interesados, los que se presentan.

Si bien es verdad que un centro escolar no pueden estar a merced de los dictados de los padres ya que entre estos lo común es que haya una gran variedad de pareceres y deseos, tampoco es aconsejable que aquéllos estén completamente al margen del funcionamiento de la escuela.

La posibilidad de que los padres de los alumnos intervengan directamente en la gestión de la escuela no es algo que las directivas de los centros escolares acostumbren a considerar, así como tampoco lo suelen hacer las asociaciones de padres. Son muy pocas las escuelas que pueden decir que existe en sus comités directivos la representación de los padres de los estudiantes.

Naturalmente que esta participación debe darse bajo la premisa de que se acepta, desde un principio, la filosofía educativa de la escuela a la que se pertenece, y que se trata en todo caso, de coadyuvar al mejoramiento de la enseñanza. Tanto los estudiantes como sus padres deben recibir una preparación previa antes de formar parte de una determinada escuela, basada en la instrucción sobre los objetivos y metodología educativa que allí se intentan aplicar, de modo tal que se sientan comprometidos a colaborar a su buen funcionamiento. Si antes de aceptar el ingreso de su hijo a una escuela, los padres del mismo no están de acuerdo con los que ésta les ofrece, entonces es mejor no comprometerse.

Muchas de las decisiones y normas que se imponen en las escuelas, tanto privadas como públicas, son incomprensibles para los alumnos y sus familiares, a quienes no les queda más opción que resignarse o convertirse en contestatarios crónicos que están siempre en conflicto con los educadores o los directores.





   
 
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