Ayer se celebró el Día del Niño en Panamá. Por todas las esquinas se oía el consabido "feliz día" y los medios hicieron énfasis en los derechos de los niños y niñas.
Normalmente soy optimista. Sin embargo, cuando pienso en el futuro de los niños y niñas de esta generación, siento cierta aprensión.
Es que me provoca escozor cuando recuerdo que una amiga, cuyo hijo estudia en colegio público, me decía el año pasado que su niño sólo tuvo que hacer un álbum de matemáticas para que le calificaran el cuarto bimestre. Había una huelga en su colegio y no habían dado clases durante más de un mes. El tiempo no fue repuesto, pero había que calificar el "rendimiento" del estudiante. Un álbum bastó.
Este año, ese niño está en séptimo grado y, pese a ser buen estudiante, ha derramado muchas lágrimas, pues le cuesta mucho entender las matemáticas.
Esa es la consecuencia lógica de un sistema educativo podrido, obsoleto y criminal. Sí, criminal, porque se pone en riesgo el futuro de toda una generación de panameños pobres, cuyo mayor obstáculo para salir del círculo de pobreza es, paradójicamente, la educación.
Nunca olvidaré el año 1979, cuando se derogó la reforma educativa, porque había sido calificada de comunista.
Por supuesto, nadie iba a aceptar que un seudo líder revolucionario apareciera en los libros de texto como el gran salvador del país, pero sí podían tomarse los puntos buenos, no contaminados de aquella reforma educativa, y adecuarlos a Panamá.
Pero no, se derogó. Bueno, hasta ahí todo iba bien. El punto es: ¿dónde está y qué ha hecho la Comisión Coordinadora de la Educación Nacional?
Se suponía que esa comisión iba a presentar un proyecto de educación cónsono con los requerimientos del país. Han pasado 30 años y los panameños seguimos esperando.
Los que tenemos de 35 años en adelante ya estamos formados, para bien o para mal. Pero las nuevas generaciones carecen de una educación de calidad, y eso se nota en la sociedad.
Esperemos que el otro año, el Día del Niño, se celebre con un sistema educativo adecuado, renovado, moderno, participativo, que deje de lado al estudiante-memoria, y propugne por un estudiante analítico, crítico y creativo.
Ese debe ser el marco en que se celebre el Día del Niño en Panamá. ¡Así sea!
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