Se portaron bien. Toda una experiencia fue la que vivieron los empadronadores que el pasado sábado por la noche recorrieron las calles de la capital en busca de indigentes para censarlos.
Los encuestadores tuvieron que trabajar en medio de la oscuridad, la música de las cantinas y los malos olores. Para ganarse su confianza les regalaron refrescos.
Aunque parezcan personas peligrosas, se portaron a la altura mientras eran entrevistados, algunos se desahogaron contando a los empadronadores sus tristes historias.
Hubo uno de ellos que dijo que ayer empezaba a trabajar como guardia de seguridad y para comprobarlo mostró un carné.
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